Las enemistades ocultas y silenciosas,
son peores que las abiertas y declaradas...
-Marco Tulio Cicerón
París, Francia
Vania
La vista de la Torre Eiffel desde abajo y con ese hermoso cielo estrellado me parecía lo más hermoso que había visto en mis treinta años de vida. No era mi primera vez en París, prácticamente crecí entre Rusia, Francia e Italia, donde nací, y de donde me fui huyendo después de la muerte de mi madre. Huí del hombre al que llamé Padre por dieciséis años.
Hice mi vida en Nueva York, conocí a mi padre biológico, Vitaly D'Rossi, un hombre muy bueno que me recibió con los brazos abiertos cuando le dije quién era yo. Su historia con mi madre era muy triste; durante mi crecimiento en Nueva York seguí mi sueño y me convertí en diseñadora de modas, era dueña de mi propio imperio, admirada y querida por todos mis conocidos, y amigos de años. Que no me relacionaran con mi padre Constantino y que él no me buscara me aliviaba, aunque tenía contacto con mis dos hermanos mayores, poco pero era suficiente para mí. Mi hermana menor era quien andaba perdida por la vida, si llegaba a saber de ella era porque así lo quería ella. Y mis hermanos no es que estuviesen muy dispuestos a colaborar con información, si nuestra pequeña les pedía que no me dijeran nada si yo llegaba a preguntar por ella, ellos la complacían. Me tenía tranquila el hecho de que la protegían mucho, y no tanto el lugar y con quién se quedó.
Aquí en Francia, bajo la Torre Eiffel fue la última vez que nos vimos siendo niñas, yo con dieciséis años, ella con nueve. Fue apenas unas semanas antes de que mamá muriera.
Después de eso mis encuentros con ella eran intermitentes, como dije, sólo sabía de ella cuando ella quería.
-Señorita Matteo, la están esperando-dijo Dom.
Con el padre que me gastaba-y hablo de Constantino-vivía un poco paranoica y no me quedó más remedio que contratar un servicio de seguridad, vivía paranoica por él y por mi esposo, que aún después de muerto seguía atormentándome.
Seguí a Dom hasta la limusina.
Esa noche tenía una cena de beneficencia con algunas figuras conocidas, hombres de negocios y celebridades. Estas cosas no es que me gustaran precisamente pero debía asistir para apoyar la causa.
-¿Preparó todo para marcharnos esta misma noche, señor Hunter?-le pregunté a Dom.
-Como usted lo pidió-respondió mirándome a través del espejo retrovisor.
-Estaremos unos treinta minutos en la gala, después quiero que me saque de allí y me lleve al aeropuerto. No me apetece pasar ni un segundo más en esta ciudad.
Cerré los ojos y me recosté en el asiento, relajándome.
A Dom lo había contratado el día anterior, era discreto, serio, profesional. Después de leer su currículum, y cartas de recomendación supe que sería el indicado para guardar mi espalda, y estaba poniéndome en sus manos, eso era mucho viniendo de mí porque había perdido la confianza en el género masculino, culpaba a los hombres de mi vida, al que viví llamando Papá, y el que fue mi esposo. No es que hubiesen sido los mejores representantes del género.
Dom era uno más entre mis escoltas. Mi jefe de seguridad esperaba en la gala junto a otros dos, Marisol, que además era mi asistente y mejor amiga, y Jasper. Ellos llevaban más tiempo conmigo.
Mi madre murió cuando yo tenía dieciséis, no me encontraba en casa, mi hermana sí y vio cómo la asesinaban. Era una nena....
Sabíamos que las personas que fueron por Fedora Matteo eran parte de alguna de las familias enemigas de Constantino Gianni, pero ir en contra de mi madre quien ya se había divorciado de él, fue una estupidez. Yo escapé a sabiendas de lo que Constantino haría a continuación, no quería ser parte de su mundo y tampoco quise que mi hermana lo fuera e intenté llevarla conmigo pero no me dio tiempo, Constantino llegó antes.
Desde entonces Valy ha estado viviendo con él, siendo parte del negocio familiar y era lo que más me dolía.
Abrí los ojos y vi que Dom había aparcado, su azul y cálida mirada me observaba por el espejo retrovisor. Desvíe la mirada hacia la ventanilla mientras recogía mi negro cabello con una pinza, y le pedí que llamara a Piero, mi jefe de seguridad, y que le dijera que había cambiado de opinión, quería marcharme ya a casa. Marisol quedaría representándome.
A él no le sorprendió para nada mi cambio y asintió sin decir nada. Me gustó eso de él.
Miré las calles de la hermosa Ciudad Luz que para mí pasó a ser la Ciudad de la Oscuridad, la Ciudad Sombra. Aquí me separé de mi madre y mis hermanos, aquí corté los lazos con mi padre falso, aquí dejé un mundo de guerra y violencia para buscar la paz y estabilidad en otro lugar. Me costó lo mío pero algo de esa paz la encontré.
Lo cierto es que nunca superaré París.
Atlanta, Georgia. USA
Dom
Vania Matteo era una mujer que proyectaba fuerza en su porte y fragilidad en su mirada. Parecía a punto de quebrarse en cualquier momento o eso me transmitió cuando entré a su oficina en busca del puesto que ofrecían como parte de su pequeña legión de guardaespaldas, mucho se rumoraba sobre ella de su obsesión con su integridad física.
Su vida privada se mantenía tal cual, la privacidad lo era todo para ella así que lo que se decía sobre su persona era lo poco que solía filtrarse y corría de boca en boca. Nunca nada malo porque si algo tenía la señorita Matteo, no sólo era éxito sino una buena reputación; estuvo casada, perdió a su esposo hace algunos años atrás y desde entonces ha permanecido sola, no se le ha conocido romance alguno, ha estado dedicada a su trabajo y a su vida filantrópica.
Hablando con ella, durante la entrevista que me hizo, me llamó la atención esos vestigios de fragilidad en sus ojos color avellana.
Sabía que al final se negaría a asistir a la gala. De Marisol, mi superior, escuché que París era su lugar menos favorito en el mundo, la alteraba la sola mención de la ciudad y, como preví, cambió sus planes.
Estuvimos de regreso en Atlanta a las siete de la mañana, subí las escaleras detrás de ella llevando la única maleta con la que cargó en su corto viaje. Dejó la puerta de su habitación abierta permitiéndome entrar, coloqué la maleta en la antesala y salí sin intercambiar nada más que una mirada con ella, mirada que enseguida cortó dándome la espalda; cerré la puerta al salir y me encaminé al jardín para fumarme un cigarrillo, siempre llevaba una cajetilla de Fortuna en el bolsillo y mi encendedor dorado con una rosa en relieve.
Miré hacia el balcón de la habitación de mi Señora, allí estaba parada, pensativa, mirando el verdor de sus terrenos.
Yo conocía el nombre de su padre o padrastro según se le mire. Constantino Gianni. Apellido al que ella renunció acogiendo el que su madre tomó cuando se divorció de Constantino, y todo lo que representaban tanto él como su propia familia se rompió al momento de acoger el apellido Matteo.
No salió de su habitación en todo el día, almorzó y cenó sola. La mañana siguiente nos tocó acudir al funeral de su abuela, madre de Vitaly D'Rossi su padre biológico. La señora sufrió un paro cardíaco el día anterior, a mí me tomó por sorpresa que Vania llegara esa mañana llamando a mi puerta y ordenándome que preparara el coche, todo con una voz y actitud serena como si no estuviese sintiendo nada, pero aunque lo intentó, y mira que sí lo intentó, no pudo eliminar los rastros de llanto en sus ojos. Había llorado sola al recibir la noticia.
Me alisté y bajé las escaleras abotonándome los puños de mi camisa.
Marisol hablaba con ella en el vestíbulo, sus ojos verdes me miraron de arriba a abajo y sonrió pasando su mano por su cabello negro, Marisol tenía ese encanto y coquetería inocente de quien intenta celar y hacer de rabia a su mejor amiga, no le falló porque Vania le dio un codazo. Sonreí dejándolas a solas para ir a por el coche, ambas salieron cuando aparqué afuera, abrí la puerta y subieron; las dos vestían de blanco como si se hubiesen puesto de acuerdo.
Subí el cristal que separaba los asientos, les di privacidad porque había entendido que si alguien podía hacer hablar lo suficiente a Vania, esa era Marisol.
Y no se despegaron la una de la otra en todo el servicio.
Al terminar, la Jefa se acercó a su padre, lo abrazó y ocultó su rostro en el cuello del señor, un hombre moreno, alto y fornido. Llevaba tan sólo una camisa blanca cuyas mangas estaban arremangadas y la corbata suelta, su cabello negro apenas tenía canas, una pequeña cicatriz marcaba su antebrazo izquierdo que rodeó los hombros de Vania cuando caminaron fuera del cementerio.
Vania y Marisol se fueron con él en su coche, yo los seguí en la limusina hasta su casa.
Vitaly era mecánico, tenía varios talleres, una empresa pequeña que iba creciendo gracias a un hombre de buen corazón.
Sus hermanas y Marisol ayudaron a atender a las personas que se quedaron para el velatorio, él se sentó para charlar con Vania alejados de todos.
Sí, se parecían.
Vania
La llamada de mi padre la noche anterior para notificarme que mi abuela había fallecido me devastó.
Desde que pisé Estados Unidos en busca de Vitaly D'Rossi, como obra del Cielo con quien me crucé primero fue con su madre, mi abuela, mi hermosa y amorosa nonna. Tenía diecisiete recién cumplidos cuando llegué a Nueva York con ayuda de una amiga, y ella misma me ayudó en la búsqueda de mi padre biológico, trabajé en un restaurante para pagar mi estancia en un viejo apartamento; a casi cinco meses de haber llegado nos encontramos, ¿casualidad?, ¿Dios existe?, porque no sé cómo pero ella apareció en el restaurante donde yo trabajaba, fue en compañía de una de mis tías. La reconocí por la fotografía que tenía conmigo donde Vitaly aparecía con ella y mi madre.
Me acerqué y les serví toda la noche, nonna pilló mi parecido con mi madre y con Vitaly apenas me vio, pero no dijo nada sino hasta el final de su cena. Dudó al principio porque Vitaly ignoraba que las hijas menores de Fedora eran suyas también, ella siempre le aseguró que no, primero conmigo y tiempo después con Valy, llegó a hacerse las respectivas pruebas de paternidad que dieron negativo, obvio mi madre arregló todo para que así fuese. Si Constantino averiguaba que Valy y yo eramos hijas de un hombre que madre conoció en uno de sus viajes y con quien le fue infiel en incontables ocasiones no sólo pagarían ellos sino la familia de Vitaly, a nosotras no nos tocaría porque seguíamos siendo hijas de Fedora y la familia de mi madre era un poquito de temer en Europa-y con "poquito" me refiero a mucho-, la familia Petrov se unió a los Gianni por medio de un matrimonio arreglado. Negocios eran negocios aún en esta época y en el mundo en el que se movían ambas familias.
Vitaly entendió las decisiones tomadas por mi madre gracias a un diario que ella tenía, y a unas cartas para él que jamás envió y que yo encontré entre sus cosas.
Él se sorprendió al verme, nonna me llevó hasta donde él se encontraba, vivían en Boston en ese entonces, cuando Vitaly y yo nos pusimos al día, entre los dos le contamos a mi nonna las razones de mi madre para ocultar la verdad sobre mí y Valy. Ella entendió pero le parecía mala idea que Valy siguiera con Constantino, ¿qué podíamos hacer? Si intentábamos algo Constantino no descansaría hasta arrasar con Vitaly y su gran familia. Convencimos a nonna de dejarlo así, le aseguré que Valy estaría bien-mentí porque cualquiera que creciera en ese entorno no podría estar bien-, nonna entendía, sí, pero también sabía que había mentido para no preocuparla demasiado.
Viví con ellos, estudié, conocí al resto de la familia D'Rossi, y algunos años después Valy vino a verme a Nueva York, cuando aún vivía allí, yo ya llevaba dos años de casada. Papá y nonna la vieron de lejos porque mi hermana ignoraba que Constantino no era su padre, y era mejor, siempre he pensado que es mejor que ignorara ese detalle porque sería un problema, el mismo por el que mamá lo ocultó.
Era un verdadero dilema, me desahogué con mi abuela cuando no di para más, quería decirle a Valy la verdad y traerla a vivir con nosotros, pero eso sólo traería a mi vida aquello de lo que escapé. Lo hablé con Vitaly después del funeral, no solíamos hablar de mi hermana, pero la última conversación que tuve con mi abuela fue sobre ella. Quería que la buscara, Valy nunca traía nada bueno le dije, pero ella me recordó que le debía mi vida y que debía intentar salvar la suya porque Valy no merecía seguir los pasos de los Gianni y los Petrov.
-¿Qué te decía la hermosa Fedora?-me preguntó mi abuela durante esa última conversación.
-Baila con el Diablo el tiempo que quieras, al final siempre nos quedará la familia, al final siempre elegirás, buscarás a tu sangre-susurré mirando por la ventana desde mi oficina.
Escuché un alboroto afuera, me volví al mismo tiempo en que las puertas se abrieron de golpe. El color debió escaparse de mi rostro al ver a la morena que entró y se detuvo ante mi escritorio, Marisol y Dom entraron detrás de ella, ambos visiblemente cansados y todo desarreglados al igual que la joven que entró primero.
-Contrata un mejor servicio, Van, porque con esos dos te han timado-dijo la chica sacudiéndose el pantalón negro que llevaba puesto, su negro y largo cabello era un desastre.
-Es menudita pero ha barrido el suelo con nosotros-admitió Dom cabizbajo.
-Que no, que le di ventaja-refunfuñó Marisol.
Valy la miró y enarcó una ceja.
¿Qué le pasa al universo que me la envía justo ahora?
-¿No me saludas, sestra? ¿Me echaste de menos o sigues medio emo?-preguntó.
-Déjennos a solas-ordené. Dom dudó pero salió, Marisol en cambio se quedó plantada al lado de mi hermana-. Marisol, por favor, fuera.
-Marisol es tu nombre, eh-dijo Valy coqueta-. Y dime, Marisol, ¿te apetece una tacita de café después de que Vani me eche la reprimenda del siglo porque es evidente que no me esperaba? Estás guapísima por cierto-añadió sonriendo.
-Eres la hermana de mi jefa y mejor amiga lo que debe darte una idea de cuál será mi respuesta a tu invitación por ser quien eres-contestó mi amiga.
-Insólito-susurró Valy sentándose en la silla delante de mi escritorio, enseguida empezó a organizar los lápices que tenía desperdigados sobre él, había estado trabajando en un nuevo diseño de vestido antes de que me atacara la nostalgia.
Marisol salió después de hacerme señas con las manos recordándome que estaría afuera por si se me ofrecía algo.
-No toques-le dije a mi hermana dándole un ligero golpe en las manos, no podía dejarlas tranquilas, desde pequeña tenía ese trastorno obsesivo compulsivo, le daba por organizar todo de cierta forma, hizo cuatro hileras de siete lapices cada una. En otro momento me habría parecido tierno pero no estaba para eso-. ¿Qué haces aquí?-Se quedó mirando los lapices, estaba contando-. ¿Has estado al día con tu tratamiento?
-Más o menos, ¿cómo es que no sabías que venía?-preguntó rápido para que no le siguiera insistiendo-. Misha te envió un correo.
Atónita me senté frente al ordenador y revisé mi correo personal, sólo yo lo administraba, había olvidado hacerlo por lo ocupada que me tenía el trabajo. En realidad me metía de cabeza en mi trabajo para no pensar en nada más.
Misha era uno de mis hermanos mayores. Y sí, había enviado un correo electrónico informándome que él y Stefano, mi otro hermano, habían sacado a Valy de San Petersburgo para que me buscara y se quedara conmigo por algún tiempo, estaban haciendo lo que yo no me atreví, querían que tuviera una vida normal. El correo fue enviado haría un mes, si era así cómo es que ésta viene apareciendo ahora.
Observé a Valy que empezó a pasearse por mi oficina estudiándolo todo.
-Misha envió esto hace un mes, ¿dónde estuviste?-le pregunté.
Se detuvo delante de mi escritorio antes de responder. Cogió la foto enmarcada que tenía allí, cerca, y le echó un vistazo. Era una fotografía nuestra con mamá y los chicos.
-Insólito-susurró, era una palabra que repetía mucho, parte de su enfermedad. Dejó la fotografía donde la encontró desviando la mirada hacia otro punto-. No sabía que te habías mudado de Nueva York.
-Misha o Stef debieron darte el dato, hemos estado hablando un poco.
-Probablemente no los escuché, sólo quería marcharme.-Se sentó y cruzó las piernas-. Supe dónde encontrarte la segunda semana de haber llegado, pero no quise buscarte porque probablemente no querías verme.
Sentí una punzada en el pecho, si supiera que yo quería buscarla y traerla conmigo, los motivos para no hacerlo seguían siendo más fuertes. Soy una maldita egoísta.
-¿Entonces a qué has venido?-inquirí-. Al parecer te ha dio bien sola, siempre te va bien sola.
-Necesito dinero-respondió.
Resoplé y me levanté.
-¡No puedes hacer esto cada vez que se te antoje, Valkyria!-exclamé.
-Nada bien, nada, nada bien-susurró-. No grites, por favor-dijo con suavidad, por un momento olvidé que la ponía muy tensa y a veces hasta agresiva el estar en medio de una discusión.
-Lo siento, cariño, pero no puedes hacer como que no existo, desaparecer y luego presentarte de la nada para pedirme dinero, ¿en qué gastaste el tuyo? ¿En qué problema te metiste?
-Si tienes que preguntarme no me des nada, ya me las arreglaré-replicó abandonando la silla y dirigiéndose hacia la puerta.
-Valy, ¡Valy!-levanté un poco la voz.
Salió guiñándole un ojo a Marisol cuando ésta pasó por su lado al entrar.
-Veo que no es nada fácil-dijo.
-Juro que me altera los nervios-solté. Marqué el número de Dom-. Mi hermana acaba de salir, has el favor de seguirla y me informas de cada cosa que haga.
-Señorita....
-Es una orden, señor Hunter. Y una cosa antes de que cuelgue, asegúrese de que no note que la sigue, le sobra experiencia en el tema así que deberá hacer uso de toda la que usted tiene.
Corté la llamada y marqué otro número.
-¿A quién llamas ahora?-inquirió Marisol.
-Misha-dije cuando me contestaron.
-Sestra-lo escuché sonreír-. Kak dela?
-Estoy bien, y Valy acaba de estar en mi oficina. ¿Papá sabe que anda por aquí?
-Sabe que está de viaje, pero no le dijimos el lugar original donde la enviamos para unas vacaciones con amigas, por cierto no anda sola-añadió-. Stef y yo convencimos al viejo Constantino para que nuestra Valkyria pasara unos meses fuera. Teníamos que sacarla de acá, Vania, la pobre ya no quiere esto, no lo soporta, Stef y yo nos estamos jugando el cuello por darle lo que pide. Sólo tú puedes ofrecerle algo mejor.
-Misha, no quiero problemas.
-¿Por eso la abandonaste?
-No la abandoné, sabes que quería traerla conmigo, pero papá....
-Entiendo, sestra-terció-, sólo muéstrale que hay algo mejor.
-¿Por qué siento que hay otra cosa detrás de vuestra urgencia por sacarla de San Petersburgo? ¿Por qué ahora? ¿Qué hizo?
Misha se quedó en silencio por unos minutos, al final suspiró.
-No más, Vania, sólo eso. Iremos a visitarlas, esta promesa va de parte de Stef también, cuídense, las queremos.
Colgó, suspiré mientras veía a Marisol observar los lapices que Valy había organizado.
-Tu hermana....
-Desde que era niña-respondí adelantándome a lo que diría.
-¿Qué te dijo tu hermano?
-Tendré que hacer malabares con ella, y no sé cuánta cosa más. Misha y Stef tuvieron que descubrir algo de lo que no me quieren hacer parte.
-Lo que encuentras googleando los apellidos Petrov y Gianni no es para tomarse a juego, Vania-dijo abrazándome-. Si Misha no mencionó nada más es porque no quiere arruinar el tiempo que pases con Valy-me apartó-, es valioso, y eso él lo sabe. Deja de pensar en lo que pasó en Rusia para que decidieran enviarla para acá, y empieza a disfrutarla. Recupérala.-Sonrió y me dio un golpecito en la mejilla-. Erase una vez Vania y Valkyria Gianni Matteo.
-Basta.
-¿Recuerdas la noche en que perdiste una "zapatilla" después de lo romántica que fue....
-Calla-reí-. Fue una vez, y me arrepiento. Lo que perdí era valioso y no sé cómo lo voy a recuperar.
Vi el mensaje que Dom me envió y salí de la oficina.
Cogí los gemelos y los abroché en los puños de mi camisa, llamaron a mi puerta, observé a la chica que dormía en mi cama aún con el antifaz puesto, había sido excitante follar sin descubrirnos el rostro mientras abajo en el salón del hotel estaban los invitados celebrándome. No recordaba un mejor cumpleaños.
Pocos me reconocieron con el rostro cubierto, quise que disfrutaran la fiesta mientras yo pasaba inadvertido entre ellos, una extravagancia que me di el lujo de llevar a cabo.
Caminé hasta la cama y me senté en el borde, no llegué a quitar el antifaz de su cara, pero sí besé sus labios y a los pocos segundos ella correspondió, gimiendo muy quedo.
-No abras los ojos-susurré. Ella obedeció.
-Perfecto, porque en serio no quiero verte-sonrió, yo reí y busqué besar sus labios de nuevo. Tenía un acento ruso como el mío y por momentos se le escapaba algo del italiano.
-Debo resolver un asunto, regreso en unos minutos-me aparté y caminé de espaldas a la puerta, ella seguía con los ojos cerrados-. No te marches.
Sólo carcajeó.
Afuera me esperaba el Segundo de mi abuelo, más bajo que yo, delgado, cabello canoso, y esa eterna expresión adusta en su arrugado rostro. Me informó que algo había salido mal, lo seguí hasta la habitación de mi abuelo, me enseñó un colgante de una pequeña esfera cristalina, dentro encerraba un caballo alado de cristal también.
-Fue lo único que encontramos, señor.
Hice mi vida en Nueva York, conocí a mi padre biológico, Vitaly D'Rossi, un hombre muy bueno que me recibió con los brazos abiertos cuando le dije quién era yo. Su historia con mi madre era muy triste; durante mi crecimiento en Nueva York seguí mi sueño y me convertí en diseñadora de modas, era dueña de mi propio imperio, admirada y querida por todos mis conocidos, y amigos de años. Que no me relacionaran con mi padre Constantino y que él no me buscara me aliviaba, aunque tenía contacto con mis dos hermanos mayores, poco pero era suficiente para mí. Mi hermana menor era quien andaba perdida por la vida, si llegaba a saber de ella era porque así lo quería ella. Y mis hermanos no es que estuviesen muy dispuestos a colaborar con información, si nuestra pequeña les pedía que no me dijeran nada si yo llegaba a preguntar por ella, ellos la complacían. Me tenía tranquila el hecho de que la protegían mucho, y no tanto el lugar y con quién se quedó.
Aquí en Francia, bajo la Torre Eiffel fue la última vez que nos vimos siendo niñas, yo con dieciséis años, ella con nueve. Fue apenas unas semanas antes de que mamá muriera.
Después de eso mis encuentros con ella eran intermitentes, como dije, sólo sabía de ella cuando ella quería.
-Señorita Matteo, la están esperando-dijo Dom.
Con el padre que me gastaba-y hablo de Constantino-vivía un poco paranoica y no me quedó más remedio que contratar un servicio de seguridad, vivía paranoica por él y por mi esposo, que aún después de muerto seguía atormentándome.
Seguí a Dom hasta la limusina.
Esa noche tenía una cena de beneficencia con algunas figuras conocidas, hombres de negocios y celebridades. Estas cosas no es que me gustaran precisamente pero debía asistir para apoyar la causa.
-¿Preparó todo para marcharnos esta misma noche, señor Hunter?-le pregunté a Dom.
-Como usted lo pidió-respondió mirándome a través del espejo retrovisor.
-Estaremos unos treinta minutos en la gala, después quiero que me saque de allí y me lleve al aeropuerto. No me apetece pasar ni un segundo más en esta ciudad.
Cerré los ojos y me recosté en el asiento, relajándome.
A Dom lo había contratado el día anterior, era discreto, serio, profesional. Después de leer su currículum, y cartas de recomendación supe que sería el indicado para guardar mi espalda, y estaba poniéndome en sus manos, eso era mucho viniendo de mí porque había perdido la confianza en el género masculino, culpaba a los hombres de mi vida, al que viví llamando Papá, y el que fue mi esposo. No es que hubiesen sido los mejores representantes del género.
Dom era uno más entre mis escoltas. Mi jefe de seguridad esperaba en la gala junto a otros dos, Marisol, que además era mi asistente y mejor amiga, y Jasper. Ellos llevaban más tiempo conmigo.
Mi madre murió cuando yo tenía dieciséis, no me encontraba en casa, mi hermana sí y vio cómo la asesinaban. Era una nena....
Sabíamos que las personas que fueron por Fedora Matteo eran parte de alguna de las familias enemigas de Constantino Gianni, pero ir en contra de mi madre quien ya se había divorciado de él, fue una estupidez. Yo escapé a sabiendas de lo que Constantino haría a continuación, no quería ser parte de su mundo y tampoco quise que mi hermana lo fuera e intenté llevarla conmigo pero no me dio tiempo, Constantino llegó antes.
Desde entonces Valy ha estado viviendo con él, siendo parte del negocio familiar y era lo que más me dolía.
Abrí los ojos y vi que Dom había aparcado, su azul y cálida mirada me observaba por el espejo retrovisor. Desvíe la mirada hacia la ventanilla mientras recogía mi negro cabello con una pinza, y le pedí que llamara a Piero, mi jefe de seguridad, y que le dijera que había cambiado de opinión, quería marcharme ya a casa. Marisol quedaría representándome.
A él no le sorprendió para nada mi cambio y asintió sin decir nada. Me gustó eso de él.
Miré las calles de la hermosa Ciudad Luz que para mí pasó a ser la Ciudad de la Oscuridad, la Ciudad Sombra. Aquí me separé de mi madre y mis hermanos, aquí corté los lazos con mi padre falso, aquí dejé un mundo de guerra y violencia para buscar la paz y estabilidad en otro lugar. Me costó lo mío pero algo de esa paz la encontré.
Lo cierto es que nunca superaré París.
Atlanta, Georgia. USA
Dom
Vania Matteo era una mujer que proyectaba fuerza en su porte y fragilidad en su mirada. Parecía a punto de quebrarse en cualquier momento o eso me transmitió cuando entré a su oficina en busca del puesto que ofrecían como parte de su pequeña legión de guardaespaldas, mucho se rumoraba sobre ella de su obsesión con su integridad física.
Su vida privada se mantenía tal cual, la privacidad lo era todo para ella así que lo que se decía sobre su persona era lo poco que solía filtrarse y corría de boca en boca. Nunca nada malo porque si algo tenía la señorita Matteo, no sólo era éxito sino una buena reputación; estuvo casada, perdió a su esposo hace algunos años atrás y desde entonces ha permanecido sola, no se le ha conocido romance alguno, ha estado dedicada a su trabajo y a su vida filantrópica.
Hablando con ella, durante la entrevista que me hizo, me llamó la atención esos vestigios de fragilidad en sus ojos color avellana.
Sabía que al final se negaría a asistir a la gala. De Marisol, mi superior, escuché que París era su lugar menos favorito en el mundo, la alteraba la sola mención de la ciudad y, como preví, cambió sus planes.
Estuvimos de regreso en Atlanta a las siete de la mañana, subí las escaleras detrás de ella llevando la única maleta con la que cargó en su corto viaje. Dejó la puerta de su habitación abierta permitiéndome entrar, coloqué la maleta en la antesala y salí sin intercambiar nada más que una mirada con ella, mirada que enseguida cortó dándome la espalda; cerré la puerta al salir y me encaminé al jardín para fumarme un cigarrillo, siempre llevaba una cajetilla de Fortuna en el bolsillo y mi encendedor dorado con una rosa en relieve.
Miré hacia el balcón de la habitación de mi Señora, allí estaba parada, pensativa, mirando el verdor de sus terrenos.
Yo conocía el nombre de su padre o padrastro según se le mire. Constantino Gianni. Apellido al que ella renunció acogiendo el que su madre tomó cuando se divorció de Constantino, y todo lo que representaban tanto él como su propia familia se rompió al momento de acoger el apellido Matteo.
No salió de su habitación en todo el día, almorzó y cenó sola. La mañana siguiente nos tocó acudir al funeral de su abuela, madre de Vitaly D'Rossi su padre biológico. La señora sufrió un paro cardíaco el día anterior, a mí me tomó por sorpresa que Vania llegara esa mañana llamando a mi puerta y ordenándome que preparara el coche, todo con una voz y actitud serena como si no estuviese sintiendo nada, pero aunque lo intentó, y mira que sí lo intentó, no pudo eliminar los rastros de llanto en sus ojos. Había llorado sola al recibir la noticia.
Me alisté y bajé las escaleras abotonándome los puños de mi camisa.
Marisol hablaba con ella en el vestíbulo, sus ojos verdes me miraron de arriba a abajo y sonrió pasando su mano por su cabello negro, Marisol tenía ese encanto y coquetería inocente de quien intenta celar y hacer de rabia a su mejor amiga, no le falló porque Vania le dio un codazo. Sonreí dejándolas a solas para ir a por el coche, ambas salieron cuando aparqué afuera, abrí la puerta y subieron; las dos vestían de blanco como si se hubiesen puesto de acuerdo.
Subí el cristal que separaba los asientos, les di privacidad porque había entendido que si alguien podía hacer hablar lo suficiente a Vania, esa era Marisol.
Y no se despegaron la una de la otra en todo el servicio.
Al terminar, la Jefa se acercó a su padre, lo abrazó y ocultó su rostro en el cuello del señor, un hombre moreno, alto y fornido. Llevaba tan sólo una camisa blanca cuyas mangas estaban arremangadas y la corbata suelta, su cabello negro apenas tenía canas, una pequeña cicatriz marcaba su antebrazo izquierdo que rodeó los hombros de Vania cuando caminaron fuera del cementerio.
Vania y Marisol se fueron con él en su coche, yo los seguí en la limusina hasta su casa.
Vitaly era mecánico, tenía varios talleres, una empresa pequeña que iba creciendo gracias a un hombre de buen corazón.
Sus hermanas y Marisol ayudaron a atender a las personas que se quedaron para el velatorio, él se sentó para charlar con Vania alejados de todos.
Sí, se parecían.
Vania
La llamada de mi padre la noche anterior para notificarme que mi abuela había fallecido me devastó.
Desde que pisé Estados Unidos en busca de Vitaly D'Rossi, como obra del Cielo con quien me crucé primero fue con su madre, mi abuela, mi hermosa y amorosa nonna. Tenía diecisiete recién cumplidos cuando llegué a Nueva York con ayuda de una amiga, y ella misma me ayudó en la búsqueda de mi padre biológico, trabajé en un restaurante para pagar mi estancia en un viejo apartamento; a casi cinco meses de haber llegado nos encontramos, ¿casualidad?, ¿Dios existe?, porque no sé cómo pero ella apareció en el restaurante donde yo trabajaba, fue en compañía de una de mis tías. La reconocí por la fotografía que tenía conmigo donde Vitaly aparecía con ella y mi madre.
Me acerqué y les serví toda la noche, nonna pilló mi parecido con mi madre y con Vitaly apenas me vio, pero no dijo nada sino hasta el final de su cena. Dudó al principio porque Vitaly ignoraba que las hijas menores de Fedora eran suyas también, ella siempre le aseguró que no, primero conmigo y tiempo después con Valy, llegó a hacerse las respectivas pruebas de paternidad que dieron negativo, obvio mi madre arregló todo para que así fuese. Si Constantino averiguaba que Valy y yo eramos hijas de un hombre que madre conoció en uno de sus viajes y con quien le fue infiel en incontables ocasiones no sólo pagarían ellos sino la familia de Vitaly, a nosotras no nos tocaría porque seguíamos siendo hijas de Fedora y la familia de mi madre era un poquito de temer en Europa-y con "poquito" me refiero a mucho-, la familia Petrov se unió a los Gianni por medio de un matrimonio arreglado. Negocios eran negocios aún en esta época y en el mundo en el que se movían ambas familias.
Vitaly entendió las decisiones tomadas por mi madre gracias a un diario que ella tenía, y a unas cartas para él que jamás envió y que yo encontré entre sus cosas.
Él se sorprendió al verme, nonna me llevó hasta donde él se encontraba, vivían en Boston en ese entonces, cuando Vitaly y yo nos pusimos al día, entre los dos le contamos a mi nonna las razones de mi madre para ocultar la verdad sobre mí y Valy. Ella entendió pero le parecía mala idea que Valy siguiera con Constantino, ¿qué podíamos hacer? Si intentábamos algo Constantino no descansaría hasta arrasar con Vitaly y su gran familia. Convencimos a nonna de dejarlo así, le aseguré que Valy estaría bien-mentí porque cualquiera que creciera en ese entorno no podría estar bien-, nonna entendía, sí, pero también sabía que había mentido para no preocuparla demasiado.
Viví con ellos, estudié, conocí al resto de la familia D'Rossi, y algunos años después Valy vino a verme a Nueva York, cuando aún vivía allí, yo ya llevaba dos años de casada. Papá y nonna la vieron de lejos porque mi hermana ignoraba que Constantino no era su padre, y era mejor, siempre he pensado que es mejor que ignorara ese detalle porque sería un problema, el mismo por el que mamá lo ocultó.
Era un verdadero dilema, me desahogué con mi abuela cuando no di para más, quería decirle a Valy la verdad y traerla a vivir con nosotros, pero eso sólo traería a mi vida aquello de lo que escapé. Lo hablé con Vitaly después del funeral, no solíamos hablar de mi hermana, pero la última conversación que tuve con mi abuela fue sobre ella. Quería que la buscara, Valy nunca traía nada bueno le dije, pero ella me recordó que le debía mi vida y que debía intentar salvar la suya porque Valy no merecía seguir los pasos de los Gianni y los Petrov.
-¿Qué te decía la hermosa Fedora?-me preguntó mi abuela durante esa última conversación.
-Baila con el Diablo el tiempo que quieras, al final siempre nos quedará la familia, al final siempre elegirás, buscarás a tu sangre-susurré mirando por la ventana desde mi oficina.
Escuché un alboroto afuera, me volví al mismo tiempo en que las puertas se abrieron de golpe. El color debió escaparse de mi rostro al ver a la morena que entró y se detuvo ante mi escritorio, Marisol y Dom entraron detrás de ella, ambos visiblemente cansados y todo desarreglados al igual que la joven que entró primero.
-Contrata un mejor servicio, Van, porque con esos dos te han timado-dijo la chica sacudiéndose el pantalón negro que llevaba puesto, su negro y largo cabello era un desastre.
-Es menudita pero ha barrido el suelo con nosotros-admitió Dom cabizbajo.
-Que no, que le di ventaja-refunfuñó Marisol.
Valy la miró y enarcó una ceja.
¿Qué le pasa al universo que me la envía justo ahora?
-¿No me saludas, sestra? ¿Me echaste de menos o sigues medio emo?-preguntó.
-Déjennos a solas-ordené. Dom dudó pero salió, Marisol en cambio se quedó plantada al lado de mi hermana-. Marisol, por favor, fuera.
-Marisol es tu nombre, eh-dijo Valy coqueta-. Y dime, Marisol, ¿te apetece una tacita de café después de que Vani me eche la reprimenda del siglo porque es evidente que no me esperaba? Estás guapísima por cierto-añadió sonriendo.
-Eres la hermana de mi jefa y mejor amiga lo que debe darte una idea de cuál será mi respuesta a tu invitación por ser quien eres-contestó mi amiga.
-Insólito-susurró Valy sentándose en la silla delante de mi escritorio, enseguida empezó a organizar los lápices que tenía desperdigados sobre él, había estado trabajando en un nuevo diseño de vestido antes de que me atacara la nostalgia.
Marisol salió después de hacerme señas con las manos recordándome que estaría afuera por si se me ofrecía algo.
-No toques-le dije a mi hermana dándole un ligero golpe en las manos, no podía dejarlas tranquilas, desde pequeña tenía ese trastorno obsesivo compulsivo, le daba por organizar todo de cierta forma, hizo cuatro hileras de siete lapices cada una. En otro momento me habría parecido tierno pero no estaba para eso-. ¿Qué haces aquí?-Se quedó mirando los lapices, estaba contando-. ¿Has estado al día con tu tratamiento?
-Más o menos, ¿cómo es que no sabías que venía?-preguntó rápido para que no le siguiera insistiendo-. Misha te envió un correo.
Atónita me senté frente al ordenador y revisé mi correo personal, sólo yo lo administraba, había olvidado hacerlo por lo ocupada que me tenía el trabajo. En realidad me metía de cabeza en mi trabajo para no pensar en nada más.
Misha era uno de mis hermanos mayores. Y sí, había enviado un correo electrónico informándome que él y Stefano, mi otro hermano, habían sacado a Valy de San Petersburgo para que me buscara y se quedara conmigo por algún tiempo, estaban haciendo lo que yo no me atreví, querían que tuviera una vida normal. El correo fue enviado haría un mes, si era así cómo es que ésta viene apareciendo ahora.
Observé a Valy que empezó a pasearse por mi oficina estudiándolo todo.
-Misha envió esto hace un mes, ¿dónde estuviste?-le pregunté.
Se detuvo delante de mi escritorio antes de responder. Cogió la foto enmarcada que tenía allí, cerca, y le echó un vistazo. Era una fotografía nuestra con mamá y los chicos.
-Insólito-susurró, era una palabra que repetía mucho, parte de su enfermedad. Dejó la fotografía donde la encontró desviando la mirada hacia otro punto-. No sabía que te habías mudado de Nueva York.
-Misha o Stef debieron darte el dato, hemos estado hablando un poco.
-Probablemente no los escuché, sólo quería marcharme.-Se sentó y cruzó las piernas-. Supe dónde encontrarte la segunda semana de haber llegado, pero no quise buscarte porque probablemente no querías verme.
Sentí una punzada en el pecho, si supiera que yo quería buscarla y traerla conmigo, los motivos para no hacerlo seguían siendo más fuertes. Soy una maldita egoísta.
-¿Entonces a qué has venido?-inquirí-. Al parecer te ha dio bien sola, siempre te va bien sola.
-Necesito dinero-respondió.
Resoplé y me levanté.
-¡No puedes hacer esto cada vez que se te antoje, Valkyria!-exclamé.
-Nada bien, nada, nada bien-susurró-. No grites, por favor-dijo con suavidad, por un momento olvidé que la ponía muy tensa y a veces hasta agresiva el estar en medio de una discusión.
-Lo siento, cariño, pero no puedes hacer como que no existo, desaparecer y luego presentarte de la nada para pedirme dinero, ¿en qué gastaste el tuyo? ¿En qué problema te metiste?
-Si tienes que preguntarme no me des nada, ya me las arreglaré-replicó abandonando la silla y dirigiéndose hacia la puerta.
-Valy, ¡Valy!-levanté un poco la voz.
Salió guiñándole un ojo a Marisol cuando ésta pasó por su lado al entrar.
-Veo que no es nada fácil-dijo.
-Juro que me altera los nervios-solté. Marqué el número de Dom-. Mi hermana acaba de salir, has el favor de seguirla y me informas de cada cosa que haga.
-Señorita....
-Es una orden, señor Hunter. Y una cosa antes de que cuelgue, asegúrese de que no note que la sigue, le sobra experiencia en el tema así que deberá hacer uso de toda la que usted tiene.
Corté la llamada y marqué otro número.
-¿A quién llamas ahora?-inquirió Marisol.
-Misha-dije cuando me contestaron.
-Sestra-lo escuché sonreír-. Kak dela?
-Estoy bien, y Valy acaba de estar en mi oficina. ¿Papá sabe que anda por aquí?
-Sabe que está de viaje, pero no le dijimos el lugar original donde la enviamos para unas vacaciones con amigas, por cierto no anda sola-añadió-. Stef y yo convencimos al viejo Constantino para que nuestra Valkyria pasara unos meses fuera. Teníamos que sacarla de acá, Vania, la pobre ya no quiere esto, no lo soporta, Stef y yo nos estamos jugando el cuello por darle lo que pide. Sólo tú puedes ofrecerle algo mejor.
-Misha, no quiero problemas.
-¿Por eso la abandonaste?
-No la abandoné, sabes que quería traerla conmigo, pero papá....
-Entiendo, sestra-terció-, sólo muéstrale que hay algo mejor.
-¿Por qué siento que hay otra cosa detrás de vuestra urgencia por sacarla de San Petersburgo? ¿Por qué ahora? ¿Qué hizo?
Misha se quedó en silencio por unos minutos, al final suspiró.
-No más, Vania, sólo eso. Iremos a visitarlas, esta promesa va de parte de Stef también, cuídense, las queremos.
Colgó, suspiré mientras veía a Marisol observar los lapices que Valy había organizado.
-Tu hermana....
-Desde que era niña-respondí adelantándome a lo que diría.
-¿Qué te dijo tu hermano?
-Tendré que hacer malabares con ella, y no sé cuánta cosa más. Misha y Stef tuvieron que descubrir algo de lo que no me quieren hacer parte.
-Lo que encuentras googleando los apellidos Petrov y Gianni no es para tomarse a juego, Vania-dijo abrazándome-. Si Misha no mencionó nada más es porque no quiere arruinar el tiempo que pases con Valy-me apartó-, es valioso, y eso él lo sabe. Deja de pensar en lo que pasó en Rusia para que decidieran enviarla para acá, y empieza a disfrutarla. Recupérala.-Sonrió y me dio un golpecito en la mejilla-. Erase una vez Vania y Valkyria Gianni Matteo.
-Basta.
-¿Recuerdas la noche en que perdiste una "zapatilla" después de lo romántica que fue....
-Calla-reí-. Fue una vez, y me arrepiento. Lo que perdí era valioso y no sé cómo lo voy a recuperar.
Vi el mensaje que Dom me envió y salí de la oficina.
Pocos me reconocieron con el rostro cubierto, quise que disfrutaran la fiesta mientras yo pasaba inadvertido entre ellos, una extravagancia que me di el lujo de llevar a cabo.
Caminé hasta la cama y me senté en el borde, no llegué a quitar el antifaz de su cara, pero sí besé sus labios y a los pocos segundos ella correspondió, gimiendo muy quedo.
-No abras los ojos-susurré. Ella obedeció.
-Perfecto, porque en serio no quiero verte-sonrió, yo reí y busqué besar sus labios de nuevo. Tenía un acento ruso como el mío y por momentos se le escapaba algo del italiano.
-Debo resolver un asunto, regreso en unos minutos-me aparté y caminé de espaldas a la puerta, ella seguía con los ojos cerrados-. No te marches.
Sólo carcajeó.
Afuera me esperaba el Segundo de mi abuelo, más bajo que yo, delgado, cabello canoso, y esa eterna expresión adusta en su arrugado rostro. Me informó que algo había salido mal, lo seguí hasta la habitación de mi abuelo, me enseñó un colgante de una pequeña esfera cristalina, dentro encerraba un caballo alado de cristal también.
-Fue lo único que encontramos, señor.
Esta es una historia nueva, para quienes siguen Adagio, estaré colgando capítulos en unos días, pero tenía esto rondando por mi cabeza y tenía que plasmarlo a ver qué resultaba.
ResponderEliminarQuienes no leen Adagio, los invito a seguir esta historia, si les apetece, si les da el tiempo, jaja :)
Gracias de antemano, feliz inicio de semana.
Besazos❤
Conflictos con un padre biológico nefasto, algo que me recuerda a otras historias tuyas, y una hermana menor llamado Vakyria, que barrió el piso con los guardaespaldas de la protagonista. Una hermana caprichosa a quien proteger. Un buen comienzo.
ResponderEliminarPodría leer esta historia.
Pero me gustaría seguir leyendo Adagio. Es una buena historia y sigo intrigado con la misión que me encargó la bella y sabia Circe.
Besos.
Pero si Vitaly es una monada :O
EliminarYa lo irás conociendo:)
En unos días subiré algún capítulo de Adagio, luego me organizaré entre una y otra.... ;)
Besos, Demiurgo!!!
Error, el padre biológico parece un buen padre. Me quería referir a Constantino, ese sí que es nefasto.
EliminarDistracción de demiurgo al teclear un comentario.
Más besos.
Jaja Sí, Constantino es un poquito mal portado ;)
EliminarMás besos para ti, amigo mío...
Muy buen comienzo para una nueva historia, y unos personajes que ya atraen, cada uno desde sus distintas personalidades. Me ha gustado esa entrada triunfal de Valy… Y Dom; percibo un muy interesante protagonismo; me gusta…
ResponderEliminarPues yo encantada de leerte, aun cuando me pierda capítulos que luego voy de arriba para abajo para buscarlos; a veces el tiempo no me dificulta seguirlos, pero sea como sea, es un disfrute viajar a través de tus historias; personajes, diálogos, escenarios… en fin, que me encanta y me encantas…
Bsoss enormes, mi preciosa Ivel, y un muy feliz inicio de semana! 😘
A ver qué surge, si me acompañas, amiga mía, será un placer😊
EliminarGracias por tu tiempo, por estar, mi Gine. Los capítulos siempre estarán allí para cuando puedas y quieras viajar con los personajes😊
Besos con mucho cariño, ¡hermosa semana!
Me gustó esta presentación! A ver qué tal sigue! Un besazo,porque promete!
ResponderEliminarBailemos con ellos ;)
EliminarBesicos, preciosa😊
Y quienes leemos ambas qué? :P Habrá que tratar de no confundirse entre tanta familia, al menos el misterio está garantizado desde el comienzo y el título es llamativo. Y hay un Dom entre los personajes, aunque solo sea su nombre :)
ResponderEliminarBesos dulces Señorita Escritora y dulce semana.
¡Uy, ese Dom! xD 😊
EliminarNo habrá confusión, esta es más suave ¬¬ xDDDD
Besos, Poeta, linda semana😊