Spin-off

Spin-off

jueves, 30 de octubre de 2014

Ruleta Rusa....(2)




Roma, Italia...
Año 4026....



    El día transcurrió entre charlas sobre la boda, la escena y los diálogos terminaron resultándole tan banales a Ivel que a la hora del almuerzo pidió que se lo llevaran a su habitación. No aguantaba ni un minuto más estar con gente que sólo hablaba del color de los manteles y el número de invitados que asistirían.
   Leonardo la acompañó en silencio, hasta que decidió hacerle una pregunta que le rondaba la cabeza desde que supo sobre el compromiso arreglado de su amiga.

-Ivel, ¿tu madre sabe sobre este asunto? Porque es que no la imagino apoyando algo así, ella misma se opuso a su propio compromiso arreglado cuando vivía en El Cairo, ¿no es así? Y huyó de allá con tu padre.

   Ivel no probó bocado de su plato, no tenía hambre. Conocer a la que sería su familia política le revolvió el estómago; a excepción de Victoria, todos los demás parecían estar interesados en el dinero, en gastar, gastar, gastar.... En que la boda fuese en extremo costosa.

-Mí padre dijo que sí, él me habló sobre este compromiso hace como dos semanas atrás, y le hice la misma pregunta que me estás haciendo tú. No he hablado con ella, porque siento que él me está mintiendo y sabes lo enferma que está.-Empezó a golpear el plato con el tenedor, suavemente, tenía la mente en otra parte. Temía que Marco apareciera en cualquier momento.-Iré a verla, ¿vienes conmigo?

   Leonardo asintió.
    Ivel iba pensando en cómo abordaría a su madre, en caso de que su padre le hubiese mentido, para que no se diera cuenta de lo que estaba pasando. Debía ser sutil, su madre podía ser muy perceptiva.
   La enfermera que la cuidaba la ayudaba a salir del baño al momento de Ivel entrar a la habitación; se apresuró a ayudar también. Su madre rió, diciendo que todo estaba bien, que no necesitaba tanta atención. Podía sola; saludó a Leonardo con un beso en la mejilla, y se sentó en la cama.
   Empezó a mirar a los amigos con ternura, Leonardo siempre le cayó muy bien a Talia y verlos tan unidos le daba paz porque sabía lo bondadoso que era el joven.

-Madre, ¿conoces a la familia JeanMarais?-Leonardo miró a Ivel de reojo, no pensó que la pregunta iba a ser tan directa. La vio jugar con el anillo que colgaba de su cadena, supo que estaba nerviosa.

  Talia se extrañó al oír la pregunta, sus ojos verdes la observaron por unos minutos y luego suspiró.

-Sí, una buena familia de la colonia francesa, recuerdo que tu padre quiso comprometerte con el hijo mayor antes, siquiera, de que nacieras.-contó Talia. Se acostó, Ivel se sentó a su lado.-Yo lo convencí de que se quitara ésa odiosa idea de la cabeza, nadie le impondría a mí hija con quién debía casarse. Ni siquiera la Organización, porque de hecho supe que fue por sugerencia de Arléz que quiso comprometerte con el joven JeanMarais.

   Leonardo e Ivel compartieron una mirada de complicidad; la chica intentó disimular haciendo otra pregunta.

-¿Por qué Arléz querría que padre me comprometiera con un JeanMarais? 

-No estoy segura, cielo. ¿Pero por qué el interés?

   Ivel se acostó, Talia la abrazó a ella y le cantó una nana; la mujer tenía una leve sospecha, hablaría con su marido luego. El tiempo que le quedaba lo pasaría con su hija, y sin ningún tipo de problema que pudiera estropeárselo. 
   Leonardo las dejó a solas.

   Ivel no entendía qué podía tener de especial la familia JeanMarais. Gastón era un duque, pero no era un miembro importante de La Organización que gobierna el mundo. Más bien era un peón, a él y a su familia los podían desechar en cualquier momento.
   Regresó a su dormitorio antes de la cena. Se duchó y bajó.
    Vio con pesar que a Gael lo habían sentado a su lado, se disculpó con todos antes de que sirvieran la comida, y se marchó escaleras arriba. Sabía que se ganaría un buen regaño por parte de su padre, pero mientras menos tiempo pasara cerca de Gael, más oportunidad tendría de demostrarle al hombre que no estaba interesada en él.
   
-Parecen los reyes de la casa, esto me da muy mala espina.-le comentó a Leonardo.-Y la hermana menor, si es de la nobleza ¿qué rayos hacía trabajando para aquél señor?

-Habla con ella, Ivel, parece ser diferente a su familia. O si gustas iré yo.

   La sonrisa del joven fue muy pícara, Ivel captó el mensaje y salió de su dormitorio antes de que él se tomara su silencio como un: "Sí, ve a por ella", no era algo para jugar.
    En el pasillo se encontró con una mucama y le preguntó si tenía idea de cuál era el cuarto que le habían asignado a Victoria JeanMarais. La mujer le indicó que siguiera por el pasillo y doblara a la izquierda, la primera puerta que viera en el siguiente pasillo.
   Ivel se sentó en el piso para esperarla, Victoria seguía abajo cenando con el resto.

   La vio acercarse a la media hora.
    Se puso de pie, Victoria frunció el ceño al verla allí. Sonrió cuando la chica la saludó.

-¿Podemos hablar?-dijo Ivel.

-La dueña de casa primero.-dijo Victoria, abriendo la puerta y permitiéndole pasar la primera.

-No me gusta dar tantos rodeos así que iré directo al punto, si usted es hija de un noble ¿qué hacía en un prostíbulo? ¿Por qué trabajar en un lugar como ése?

   Victoria se quitó los aretes que llevaba y le dio la espalda.

-¿Me ayudas, pequeña mía?-inquirió.

  Ivel se acercó, le bajó el cierre del vestido y dio un paso atrás al terminar.

-Contésteme.

-Tengo mis razones y....

-Sus razones se han vuelto mías desde el momento en que pisó esta casa.

   Victoria resopló, pero accedió a lo que Ivel le pedía.

-He tenido problemas financieros y no quise involucrar a mí padre.

-¿Qué hay de su hermano? ¿Él sabía que usted trabajaba allí?

  Victoria bajó la mirada. Puso los aretes en la mesita de noche.




-¿Tan rápido me tratas de usted? Hace unas horas me tuteaste.

-Estoy siendo cortés, ¿Gael sabía?

-No.-respondió Victoria, sosteniéndole la mirada a Ivel.

   A la chica le dio la impresión de que mentía.

-¿Tienes alguna idea de las razones detrás de este repentino compromiso?-preguntó Ivel, cambiando el tema.

-Sé lo mismo que tú, que están comprometidos desde antes de tu nacimiento.

   Ivel se dirigió hacia la puerta, era obvio que a Victoria le habían mentido con respecto a eso. Tal y como lo hizo su padre con ella.

-Pasa una bonita noche, Vika.-dijo antes de salir.

   Victoria sonrió, le gustó el diminutivo.

   Ivel tendría una seria conversación con su padre, no llevaría adelante algo en lo que no creía. Su padre tendría que darle muchas explicaciones, y antes que nada tenía que poner algunas cartas sobre la mesa. Empezando por la secreta relación que mantiene con Marco desde hace tres años.
   Los JeanMarais estaban tomando el té en la sala de estar, su padre debía estar en el estudio. Fue allí y llamó a la puerta, entró tras oír la voz de su padre dándole permiso.

-Buena noche, padre.-saludó, fríamente.-Quisiera hablar con usted, si no está ocupado.

-Para mí nena nunca estoy ocupado.-Ivel mostró una sonrisa irónica.-Toma asiento, cariño.-La morena hizo caso, tomó asiento frente a él.

   Elliot se encontraba leyendo, cerró el libro. Observó a su hija con sus oscuros y fríos ojos.

-Tu comportamiento de este día deja mucho que desear, Ivel.

-Sabe que no estoy de acuerdo, y según sé, madre tampoco.-Elliot se removió en su asiento detrás del escritorio.-Todo ha sido improvisado, ¿verdad padre? Porque mí madre te convenció hace mucho tiempo de que no me prometerías a nadie, que yo tendría el derecho de elegir a quien amar.

-De acuerdo, acepto que te mentí, y lo siento.-dijo el hombre, levantando las manos.-Pero siempre he pensado que Gael sería bueno para ti.

-¿Así como pensaste que Franco también lo era?

   Elliot se levantó y rodeó el escritorio.

-Admito que con Franco Cardinale me equivoqué, no noté que ustedes se trataban como hermanos. Con Gael será diferente....

-No lo será porque no le amo, podría dejar de controlar mí vida, padre. Yo decido quién entra y quién sale, yo decido con quien me he de casar, y si he de hacerlo.

   Ivel se quedó sentada, sabía que a sus espaldas su padre la observaba.

-Esto será bueno para ti, cariño.-dijo Elliot.

-¿Para mí o para usted?-Elliot se quedó en silencio.-Tengo algo que decirle,-Ivel lo había decidido, hablaría con la verdad.-hay alguien, padre. Alguien que me ha hecho muy feliz y con quien he mantenido una relación desde hace tres años.-Esperó a que su padre dijera algo, pero él estaba expectante.-Es uno de los miembros de tu milicia. Marco Valestra.

    Esto no se lo tomará bien, recordé el gesto que Victoria hizo esta mañana. Acabo de ponerme el arma cargada en la cabeza....










lunes, 27 de octubre de 2014

Ruleta Rusa...


Neo Venecia, Italia...
 Año 4026...


-Ivel, querida llegó una invitación al baile de máscaras del señor Cardinale.-informó su dama de compañía dando un portazo tras de sí.  

-¿Elaine podrías, por favor, no azotar la puerta de ésa manera? Me has asustado.-rió la joven Ivel saliendo del cuarto de baño; se miró en el espejo y le guiñó un ojo a su dama. La chica sonrió y le extendió la invitación. Un sobre dorado que Ivel rechazó-Léelo para mí, ma chérie.

   La dama lo abrió, aún estaba encantada con el vestido que su ama llevaba esa noche. Era negro y muy ajustado a la cintura; era de seda, y como a la joven Ivel no le gustaba estar muy colorida siempre optaba por algo oscuro.

-“A mí querida princesa egipcia....-Ivel soltó una carcajada.
   
  No podía creer que Franco Cardinale haya personalizado su invitación al baile de máscaras que ofrece cada año. Lo conoce desde que eran unos críos, su padre tenía la loca idea de verlos casados pero lo único que tenían Franco y ella era una relación fraternal; él era el hermano que nunca tuvo. Fastidiosamente protector, e increíblemente dulce. Nunca lo vio como algo más y él a ella tampoco.


   La dama terminó de leer y colocó la invitación en la cómoda de su ama. Elaine observó atenta a la joven Ivel, se estaba mirando en el espejo. 
  Ivel solía ser muy atrevida, llena de vida igual que su madre. Talia estaba orgullosa de su pequeña, era muy inteligente y decidida tal y como su padre. Pero había heredado el espíritu aventurero e indoblegable de su mamá, Elliot no podía evitar hacer comparaciones; Talia e Ivel eran dos gotas de agua.

-Casi se me olvidaba, Leonardo está en la recepción esperándote.-le dijo.

-Ya estoy lista, iremos a cenar antes de mí regreso a Roma.-Ivel se acercó a su dama y le dio un beso en la mejilla.-Duerme un poco, Elaine, que en cuanto regrese salimos para Roma, ¿vale?

   Ivel se marchó.
   No estaba muy ansiosa de volver a Roma, sabía lo que le esperaba; a la mañana siguiente tendría que verle la cara, por primera vez, a su prometido. De él no sabía ni el nombre, pero su padre fue claro, el compromiso ya se había hecho y debía cumplirse; Ivel no quiso enfrentar a su padre, su mamá se encontraba muy enferma y pelearse con su papá empeoraría la situación. Así que por la paz, decidió seguirle la corriente.

   Leonardo di Anté sonrió al verla acercarse.
    Su cabello castaño alborotado iba muy arreglado ésa noche, Ivel lo abrazó. Si de mejor amigo se trata, Leonardo es el mejor de mejores.

-Piccola, te veo diferente.-comentó Leonardo, en cuanto el carruaje se puso en marcha.-Estás triste.

-Me caso, mí padre quiere casarme con un hombre al que ni siquiera he visto.-Ivel se echó su negro cabello a un lado, miró a los azules ojos de Leonardo.-He querido hablar con él sobre ése particular, pero sé que terminaremos peleando y me preocupa mí madre.

   Leonardo la atrajo hacia él y depositó un beso en su cabeza.

-Cuentas conmigo, piccola, cuando decidas hablar con tu padre estaré a tu lado.

-Es muy tarde, mañana conoceré a mí futuro marido y a su familia.

-Entonces mañana estaré en Roma, debe tener mí aprobación.-rió.

-Estás peor que Franco.-dijo Ivel, riendo también.

-Sí estoy peor que él, Franco es como tu hermano, yo me he acostado contigo.-sonrió de forma maliciosa.

   Ivel besó muy quedo sus labios.

-Hemos llegado.-anunció Leonardo, al ella apartarse.

   Bajó del carruaje y la ayudó a Ivel.
   Entraron tomados de la mano, se sentaron alejados del resto de los comensales, y cerca de una ventana. 
    Leonardo logró quitarle, por un rato, la preocupación que le significaba el compromiso arreglado. Conocía ésa parte de Ivel que prefería reír antes que estresarse por algo. 

-No puedo creer que le hicieras algo así a tu cuñado.-reía Ivel, mientras miraba alrededor. La gente se había levantado de sus asientos debido a un jaleo que se armó afuera del local.-¿Qué está pasando allí?-preguntó, viendo por la ventana.

    Leonardo la siguió al verla salir, decidida.
    Se abrió paso entre la gente que rodeaba a los que armaron el escándalo. Un viejo regordete levantaba un látigo en ése momento, Ivel se lo quitó antes de que el hombre lo azotara contra una chica que se hallaba en el suelo.

-¿Estás bien?-le preguntó Leonardo a la chica.

-¿Y a ti qué coño te importa, noble de mierda?-escupió la joven, levantándose.

   Ivel miró a Leonardo y enarcó una ceja.

-La estamos ayudando, Mí Lady.-dijo Ivel.

-No se los pedí, niña. Puedo arreglármelas sola.

   Se sacudió los harapos que llevaba puestos; Ivel dedujo el motivo de la disputa al ver el lugar de dónde habían salido. Era un bar, y no de los que suele frecuentar con Leonardo cuando visita Neo Venecia.

-Me ha estado robando, Eminencias, merece ser castigada.-dijo el viejo.

-¡No soy una ladrona! ¡Quisiste propasarte conmigo!

-¿Cuánto le debe?-inquirió Ivel, haciendo caso omiso a lo que la chica dijo.

-No es asunto tuyo....

-Novecientos rivalz.-contestó el viejo.

-Leonardo, págale lo que pide y un poco más. La compro.

   Leonardo se sorprendió, miró a la prostituta y luego al jefe de esta. Ambos estaban igual de anonadados.

-No puedes estar hablando en serio.-le susurró a su amiga.

   Ivel seguía mirando a la chica; Leonardo suspiró. Sí, hablaba muy en serio.
    La gente se dispersó, y el joven noble se apartó junto con el viejo para pagarle; Ivel dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso al restaurante.

-¡Oye, pequeña mía!-le gritó la joven. Ivel se volvió, extrañada por el apodo. ¿"Mía"?-No necesitaba tu ayuda, qué lo sepas.

-Lo sé.-sonrió Ivel.

-Te pagaré hasta el último centavo.-Ivel ladeó la cabeza, a la chica le resultó adorable el gesto pero disimuló la sonrisa.-Ahora soy tu esclava.

   Ivel frunció el ceño.

-Eres libre, no le perteneces a nadie... y créeme no querrías tenerme de ama.-agregó con una sonrisa ladina.

   Leonardo se acercó a su amiga, esta lo cogió de la mano.

-¡Victoria!

   La joven prostituta se volteó al oír el nombre.
   Ivel bajó la mirada, su sonrisa se volvió más pronunciada, no necesitaba preguntar el nombre, ahora ya lo sabía.

-Gael, ¿qué haces aquí?

   El hombre que la había llamado la cogió del brazo y se la llevó, regañándola entre dientes.
    Leonardo notó la sonrisa en los labios de Ivel. Durante la cena no preguntó nada, y ella actuó con naturalidad, pero en el carruaje, de regreso al hotel, no pudo aguantarse.

-¿Por qué pagar por ella? Sé que haces obras de caridad debido a tu noblesse oblige, pero esto es diferente, piccola. Era una prostituta.

-No me gustó el trato que le dio ése viejo, sólo eso. Nadie merece ser tratado así.

   Leonardo sabía lo bondadosa que era, su madre la educó muy bien en ése aspecto. Sin embargo había algo distinto, Ivel no tenía muchos amigos, no le gustaba rodearse de mucha gente e ir a defender a una prostituta y encima comprarla, no era algo que la veía haciendo. Por muy buena persona que fuera.
   Algo en la joven tuvo que haberle llamado la atención para hacerla actuar de ése modo.
   Se despidió de ella en el vestíbulo, Ivel esperó a que él se marchara para ir a su habitación; Elaine se encontraba tomando té en la terraza. Ya tenía todo preparado para volver a Roma; Ivel se sentó al borde de la cama, y la mujer entró.

-¿Pasó algo? Estás triste.-comentó Elaine.

-Es Roma, es el compromiso, es mí padre....

      En el trayecto hacia Roma, en un carruaje que su padre había enviado, Elaine no la molestó. Debía pensar en lo que se venía con todo el asunto del arreglo matrimonial; después de tantos siglos aún existían este tipo de cosas y eso le resultaba asqueroso e injusto. Que no pudiera decidir su destino la irritaba, tenía veintidós años, su padre no podía obligarla a nada pero el honor de la familia estaba por encima de todo. Y el compromiso se hizo cuando ella era una niña. 
   Está atada a aquél extraño individuo desde antes de nacer.
   Entrando a la Gran Ciudad cerró la ventana del carruaje, no quería ver su realidad. La fría Roma, con sus altos y antiguos edificios de acabados góticos, parecía una Budapest más grande y elegante. Su padre gobernaba toda Italia, y Neo Bretaña, potencias en un mundo regido por una sola persona, un sólo poder: Arléz. 
  Su padre se sentía orgulloso de ser parte de una organización como aquella, uno de los Siete Grandes y cuyo líder principal era Arléz, a quién se le debía respeto, a quien debían doblegarse.
  Ivel estaba atrapada en un mundo consumido por la falta de libertad, donde muchas cosas eran restringidas. Y se supone que era la sociedad perfecta.
  Una sociedad donde las muestras de amor en público eran castigadas con la cárcel y muchas veces la muerte, una sociedad donde la milicia andaba en las calles pero sólo actuaba cuando le convenía y sólo para humillar a los menos favorecidos. Para muestra lo ocurrido con aquella prostituta, entre los que miraban el maltrato del viejo propietario del bar, habían varios militares. 
    Ivel apretó su mano en un puño al recordar la escena.

-Ivel, yo me encargo de tu equipaje.-le dijo Elaine al llegar a la mansión.

    La joven entró y corrió escaleras arriba, ansiaba ver a su madre, pero a mitad de camino su padre la llamó.
   Ella se detuvo en el último escalón y lo miró.

-¿No pasas a mí estudio a saludarme?-preguntó el señor.

   Su sonrisa de alegría al ver a su hija se desvaneció cuando esta siguió su camino.
   Ivel no quería ni verle la cara, se encaminó a los aposentos de su madre; antes de entrar resopló para liberar toda la mala vibra que le había producido ver a su padre. Entró al sentirse en "paz", y ésa felicidad de verla nuevamente después de un mes la abandonó cuando encontró a su madre tumbada en la cama toda pálida.
   Ivel se sentó a su lado y la abrazó. La enfermera que se encargaba de los cuidados de la Señora, salió para darles privacidad. Un momento madre e hija.

-¿Cómo te fue en Venecia, cielo? ¿Te has divertido?-preguntó Talia, después de besar la mano de su niña.

-Sí, creo. Franco me ha invitado a una fiesta de máscaras que celebrará la próxima semana; pero madre, ¿qué te ha pasado? ¿Qué han dicho los médicos?-Ivel se acostó en el regazo de su madre, esta empezó a acariciar su cabello.-Has empeorado ¿cierto? Ya no hay tiempo.

    Talia empezó a tararearle una nana, no quería hablar del tema, eso sería angustiarla más de lo que ya estaba.
   Ivel le contó algunas anécdotas de su viaje, e hizo llamar a Elaine para entregarle el recuerdo que le había comprado. Un cuadro de una madre y su pequeña hija paseando de la mano por un jardín. A Talia le encantó, recordó los momentos que ha pasado al lado de su niña.
   La joven esperó a que su madre se quedara dormida para ir a sus aposentos, con su padre hablaría en la mañana.
   Abrió la puerta, al entrar encontró la luz apagada. No se preocupó por encenderla, caminó hacia la cama y al momento de detenerse ante ella sintió que le cubrían la boca.

-Shhh, shhh...Soy yo.-le susurraron al oído.

   El hombre la soltó.

-Marco, ¿cómo entraste?-le preguntó al visitante.

   El hombre encendió la lámpara de la mesita de noche y se sentó en la cama.
   Su mirada de ojos verduscos se centró en Ivel, tenía rasgos de hombre duro, rudo. Y no por nada era un militar, su cabello castaño iba muy corto y su penetrante mirada daba la impresión de posesión. 
   Él tenía ése aire posesivo.

-Tengo mis trucos.-sonrió. Le tendió una mano a Ivel y esta la cogió, él la atrajo hacia sí e hizo que se sentara en su regazo.-Te extrañé, ¿sabes? Eres mí eternidad, Ivel Carlysle.

-¿Me perdonas por marcharme, sin avisarte?

-Te perdonaría todo, amor.

   Marco besó sus labios, y aunque al principio ella le correspondió, y le gustó volver a besar su boca. No podía esconderle por más tiempo que tenía un compromiso, y que a la mañana siguiente conocería a su futuro esposo.
   Se levantó y mirándolo a los ojos se confesó.
   
-Sé que me amas, y sabes que siento igual, por eso me duele lo que voy a decirte.

-Tu padre sabe algo.-dijo él, bajando la mirada.

-No, estoy comprometida, Marco.-El hombre volvió a mirarla, sorprendido.-Con un hombre al que no he visto, al que conoceré mañana.

   Marco se puso de pie, la noticia lo puso nervioso.

-No voy a permitirlo, no pienso permitirlo. Hablaré con tu padre ahora mismo....

-Te matará.-lo detuvo Ivel, cogiéndolo de la mano.-Dejemos que las cosas sigan su curso, ya pensaremos en algo. Buscaremos adonde huir, no sé; pero no podemos ir con él porque entonces te voy a perder, y no es lo que quiero.

   Marco le rodeó la cintura.

-¿Adónde podemos huir con la Organización en todas partes? No tenemos escapatoria, Ivel. Debemos decirle, e impedir que este estúpido compromiso siga en pie.

  Ivel lo abrazó, no podía decir que Marco estaba en un error, porque de hecho no lo estaba. 

    
    












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-El señor Valestra estuvo aquí anoche ¿no?-dijo Elaine, ayudando a Ivel a desempacar.

   Ivel notó la mirada severa de su dama de compañía.

-No hicimos nada, Elaine, deja de mirarme de ése modo.-rió la chica.

-Yo no he dicho que hayan hecho algo.-sonrió Elaine.

-Tu mirada lo dice todo.

   Leonardo llegó a las diez de la mañana, Ivel no creyó que fuera a acompañarla de verdad. Debía tener mil cosas más importantes qué hacer, pero allí estaba. 
   Ivel prefirió no hablar con su padre, pensaba en Talia, en su enfermedad, en el pleito que se vendría si enfrentaba a Elliot y lo que eso supondría para su madre. Podía perderla ése mismo día.
     Ambos se quedaron con el padre de Ivel en su estudio a la espera de los invitados. Ivel se hallaba tranquila por fuera, pero hecha un lío por dentro; cuando anunciaron la llegada de la familia JeanMarais miró a Leonardo de reojo. Resignada.
   Su padre fue a por los invitados; la puerta se abrió y ella y su amigo se pusieron de pie.
    Se volvió y vio entrar a una dama y a un caballero. Ambos entrados en años, seguidos de un joven que resultó familiar, aunque en aquella ocasión apenas y si dio tiempo a verle el rostro.
   Alto, de pelo negro y rostro muy fino, sus ojos grises guardaban una fría mirada. A Ivel no le agradó el modo en que la examinó, si Marco hubiese estado presente su reacción habría sido agresiva. Menos mal logró convencerlo de marcharse ésa madrugada.
   
-Lamento la tardanza....

   Ivel miró a la persona que acababa de hacer acto de presencia, y el suelo bajo sus pies se esfumó.
   Leonardo soltó un: "Santo Dios" muy bajo que sólo Ivel oyó.
   
-Gael, ella es mí hija.-dijo su padre.-Ivel, te presento a la familia JeanMarais, y más importante aún, a tu prometido: Gael JeanMarais.

    El hombre besó la mano de su prometida, esta aún se encontraba sorprendida por la aparición de la joven que recién había conocido la noche anterior.

-Ellos son mis padres, Juliette y Gastón.-dijo Gael. La chica saludó a sus suegros con un beso en cada mejilla.-Y ella es Victoria, mí hermana menor.

   ¡Cuánta diferencia había entre esta Victoria y la Victoria de la noche anterior! Tan elegante, ¿y así llamó "noble de mierda" a Leonardo? Ella venía del mismo basurero.
   Ivel la saludó del mismo modo en que había hecho con sus suegros, sólo que su cuñada hizo del saludo el más lento de la historia.

-¿Sorprendida, pequeña mía?-le susurró al oído.

   ¡Entonces ella la reconoció! ¡Victoria supo quién era cuando la vio ésa noche! 
  Ivel evadió la azul mirada de su cuñada y se centró en su prometido. Este sugirió salir al jardín, si no era mucha molestia; el padre de Ivel estuvo de acuerdo, y mientras salían la joven dueña de casa cogió del brazo a su invitada impidiéndole salir.

-¿A qué juega, Mí Lady?

-A nada, sólo que anoche supe quién eras con sólo ver tu cara, eres hija de nuestro regente. No pasas desapercibida.

-¿Por qué no comentaste nada?-preguntó Ivel, soltándola.

-Porque pensé que sería divertido ver tu reacción al ver a tu obra benéfica/prostituta/esclava ser presentada como hermana de tu prometido.-rió Victoria.-Y no me equivoqué, pequeña mía

-Eres una maldita, Vika.

   Leonardo abrió la puerta.

-Ivel tu padre está preguntando por ustedes.-le avisó.

   Salieron del estudio juntos.
   Ivel miró a su cuñada, ambas iban detrás de Leonardo; Victoria notó la mirada de la chica y con las manos hizo una seña. En su mano derecha hizo la mímica de llevar un arma, mientras que con la izquierda hizo las veces de cargarla con una sola bala, y se apuntó a la cabeza.
   Ivel sonrió, y volvió la mirada hacia otro lado. 
   Claro que está jugando a algo.


   













  

jueves, 16 de octubre de 2014

23...



    Invité a la recién llegada a sentarse, aún seguía con ésa expresión de incredulidad en el rostro. Estaba pálida, Ivel por el contrario había plantado su mejor cara de póker, y cogió una silla del comedor para sentarse en la sala; yo me senté al lado de la "otra" señorita Alexander.

-Lamento venir sin que me hayan invitado, y sin avisar previamente.-sonrió la mujer, nerviosa.-Yo.... Van a pensar que estoy loca.


-¿Por qué pensaríamos algo así?-preguntó Ivel, serena.-Pediste la dirección de una extraña y aquí estás, ¿qué razones puedes tener?


-Ivel.-le dije por lo bajo, aunque sabía que Mallory me había escuchado.-Discúlpela, está estresada.-Hice énfasis en la última palabra mientras le dirigía una fulminante mirada a Ivel.


   Mallory siguió detallando a su hermana menor. ¡Ooooh! Si tan sólo supiera que lo es.


-Sí, lo siento estoy estresada.-sonrió Ivel, desganada.


  Noté que se había quitado el anillo que siempre lleva en su dedo anular de la mano izquierda. Nunca supe quién se lo había dado, pero parece que la respuesta está ante mis hermosos ojos.

-Usted me es familiar.-dijo Mallory, al fin. 

  Ivel se mantuvo serena, como si no le preocupara el hecho de que su hermana mayor la hubiera reconocido.

-Disculpe que lo diga así pero es que su rostro.....

-Podría explicarse mejor, señorita Alexander.-la interrumpí.-¿Quiere algo de tomar?

-No, no, así estoy bien. Y lo siento, es sólo que hace años perdí a mí padre y a mí hermana menor en un accidente de tránsito, y al verle anoche...-Miró a Ivel, fijamente.-Sus rasgos, su forma de mirarme...no me lo va a creer pero usted se parece a mí hermana muerta.

  Ivel ladeó un poco la cabeza, un gesto que hace cuando no entiende algo.
   Mallory agrandó los ojos, y entonces entendí que Ivel lo había hecho a propósito. Normalmente es algo de lo que no se da cuenta, pero seguro recordó los comentarios que le he hecho sobre el gesto.

-Sí, es una locura.-dijo, secamente.-Siento lo de su familia, es lamentable que los haya perdido.

-Mucho, y en circunstancias extrañas.-Mallory bajó la mirada.

-¿No acaba de decir que fue en un accidente de tránsito?-preguntó Ivel, mirándome de reojo.

-Ése es el reporte oficial, pero yo creo que hubo algo más. Mí padre no era imprudente en la carretera... ¿Qué hago contándole esto? Lo lamento.

   Se puso de pie, y nosotras la imitamos.

-No se preocupe.-sonrió Ivel, otras vez desganada.-¿Y usted a qué se dedica?

-Soy detective.

   Esta vez Ivel no pudo disimular su sorpresa, yo me ocupé de despedir a Mallory antes de que lo notara. Sin embargo creo que fue muy tarde, de igual forma se marchó aunque con la intriga pintada en la cara.
  Cuando regresé al lado de mí amiga, se había puesto el anillo otra vez. Estaba sentada en el sofá, me situé a su lado y la atraje hacia mí para abrazarla, era lo que necesitaba en ése momento.

-¿Cómo te sientes?-inquirí.

-¿Qué clase de pregunta idiota es ésa, L? No sabes las ganas que tuve de decirle que era yo, las ganas que reprimí...ansiaba abrazarla y decirle que era yo, que no estaba muerta, que ése  cuerpo que sepultó y lloró no era mío.

   La abracé muy fuerte, sollozaba como niña pequeña. Ivel no es llorona, pero cuando lo hace no puedes evitar llorar con ella; es una niña asustada, una niña a la que le arrebataron todo lo que amaba. Sus padres, su única hermana...su vida. Era doloroso verla así, tan vulnerable.

-Ella lo sabe, ella sabe que no fue un accidente por eso se hizo detective...estoy segura...-dijo, intentando dejar de llorar.

-No le dijiste que eras tú para no meterla en esto, pero ella ya está investigando, cariño. Es evidente.

   Ivel no dijo nada, tan sólo pensaba.... Seguro en cómo apartar a Mallory del peligro que encierra todo esto.












-Leyla.....
















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   Subí a mí coche muerta de miedo, ansiosa y hasta con ganas de dar media vuelta y volver allí.
   Encendí el motor después de dar un último vistazo al edificio; tengo que hablar con alguien. Es imposible que sea ella, es imposible porque murió, porque la perdí hace tanto tiempo junto con mí padre.
   Pero su pelo negro cayendo en ondas, y ésa mirada profunda. El gesto con la cabeza.... Todos lo hacen ¿no? Es algo normal... Me estoy metiendo ideas estúpidas en la cabeza.
   Tan pronto llegué al edificio de Viorel entré a la carrera y con las mismas prisas apuré al ascensor; y cuando estuve en su piso casi derribo la puerta de los golpes que estaba dando al llamar. Escuché sus: "Ya voy, ya voy..." y al abrir entré como una loca y comencé a caminar de un lado a otro.

-¿Conoces a un buen terapeuta?-le pregunté.

-Buenos días, jovenzuela.


  Su sonrisa burlona me saca de quicio a veces, y entonces me fijé que tenía un moratón en el ojo.

-¿Qué te ha pasado?

-No es nada, tú me preocupas más. ¿Qué te aqueja? ¿Ahora sí te volviste loca?

-Creo que Gala está viva.

   Se puso muy serio al instante de oírme decir eso.

-¿Tu hermana?-dijo.-¿Mallory te estás escuchando?

-Sé que es una locura, pero es ésa chica...con la que estabas anoche, Viorel.

-No es posible, ¿vuelves a ver a tu hermanita en todas partes? A tu tío no le gustará y volverán a internarte.

   Me senté en un sillón, quería sacarme ésa tonta idea de la cabeza ¿pero cómo le hacía? No puedo estar más segura, no se me puede engañar. La sangre es más fuerte, y yo sé lo que sentí al verla, yo sé lo que sentí al tenerla cerca.
   
-Es ella, Viorel, y necesito tu ayuda.

-Te conozco, y no vas a parar hasta saberlo. ¿Qué quieres que haga?

-Necesito acercarme a ella, ganarme su confianza y conseguir hacerle una prueba de ADN sólo para confirmar lo que mí corazón me dice desde anoche.

-Y como ya me he hecho su amigo quieres que te ayude en eso.-Asentí.-Lo siento, pero Ivel no quiere tenerme cerca.-dijo, un poco entristecido.

-¿Por qué?

-Anoche cometí una estupidez.... Le he pegado.

-¡¿Qué?!

-No sé qué me pasó, fue después de un cóctel que me ofreció...ya ni recuerdo. Sólo sé que me enfadé y la abofeteé; así que no te voy a servir de mucho, tendrás que hacerlo tú misma o decirle a Lucy.

-No puedo ir otra vez con ella, me detesta y es de mutuo acuerdo. Tuve que ser lo bastante madura como para pedirle su dirección, pero mí nivel de madurez con ella tiene un límite.

   Crucé mis piernas, decidí que tendría que hacerlo por mí misma.

-¿Has tenido algún avance con el asunto de tu padre y su mujer? Y tu hermana, claro....

   Lo fulminé con la mirada, él se encogió de hombros y tomó asiento a mí lado.

-Alguien me está cerrando los caminos que pueden revelarme la verdad sobre lo que ocurrió ése día. Sé que también esperas por lo del asesinato de tu madre, Viorel, porque puede haber relación. Pero estoy de manos atadas por el momento, cuando creo tener algo todo lo demás parece desvanecerse. Estoy jodida.

-¿Sabes lo que creo?-lo miré.-Es momento de que hables con tu tío, Carlysle puede usar su influencia....si no tiene qué ver.

   Viorel tiene la loca idea de que mí tío es un farsante, corrupto y mentiroso.... A veces me da la impresión de que tiene razón, pero mí tío Carlysle ha hecho mucho por mí e incluso por personas ajenas a nuestra familia.
   Él no puede estar involucrado en la muerte de mí padre y la madre de Viorel....
   Y ahora ésa chica tan similar a mí hermana...
   
-Será mejor que por ahora no le hable a Carlysle de ése asuntito....-le dije a Viorel.
   
  Cogí mí móvil que había empezado a vibrar en el bolsillo de mí chaqueta... 

-Aló.-dije.

-Mallory, cariño te necesito en mí oficina en este momento.

   Y hablando del diablo....












-Mallory.....