Ava
—Dime que tienes mala coordinación—susurré después de un buen rato de silencio.
Escuché su sonrisa pero no respondió de inmediato.
Había logrado salvarla, de nuevo, y nos quedamos sentadas en el suelo sin decirnos nada. De mi parte había confesado algo que seguro le incomodó, cualquiera se pondría nerviosa si una extraña le dijera algo así como: "Ya nunca te soltaré", como si fuesen íntimas amigas o algo más.
Serás idiota, Ava, serás idiota.
—Tengo muy mala coordinación—dijo mirando al frente, pude ver la sonrisa que dibujó su boca—. Y tú eres muy oportuna—me miró de reojo, que lindo su acento británico—. Gracias, de no ser por ti Elektra y yo ahora estaríamos muertas, y otra vez gracias por lo de hace un momento.
—Sólo no vuelvas a caerte, no puedo estar en todas partes como Clark Kent salvando a Lois Lane.
Lexa soltó una carcajada, reí con ella porque el comentario fue un poco tonto aunque cierto.
—¿Conocías a esos chupasangre?—preguntó de pronto.
Hice una mueca de desagrado por el término que usó, mis padres también eran "chupasangre" y odiaba esa palabra porque era como si se refirieran a ellos de una forma muy grosera. Esperaba que no hubiera notado que no me agradó lo que dijo.
—Sí, los seguí porque intuí que harían algo malo.
—¿Eres una cazadora de Bebedores de Sangre, o algo así?
Arqueé las cejas, negué con la cabeza y miré las palmas de mis manos.
—Ni de cerca, pero sí tuve un entrenamiento para poder defenderme cuando estuviera en problemas. Mi mundo no es normal.
Ella miró el cielo y suspiró.
—El mundo no es normal—dijo como si le afectara ese hecho—. Ya sabes mi nombre pero no sé el tuyo. ¿Cómo te llamas?
—Ava, Ava Griffin—respondí, ella se levantó de un salto—. ¿Qué pasó?
—¿Griffin?—repitió—. ¿Griffin como de Arath Griffin? ¿Grupo Griffin? ¿Laboratorios G?
Me puse de pie y sacudí la tierra de mis manos.
—Sí—respondí desconcertada por su reacción—. Arath Griffin es mi padre.
—Eres una de ellos. ¿Qué edad tienes?
—¿Qué te importa?—repliqué. Lexa cogió su casco y se dirigió a grandes zancadas hacia su motocicleta—. Veintidós recién cumplidos en enero—dije acercándome a ella.
Lexa se volvió y frunció el ceño.
—Eso es imposible porque significaría que te convirtieron hace poco y lo tienen prohibido, tienen prohibido crear más Bebedores de Sangre.
—Lexa, mírame, soy humana como tú. ¿Eres humana, verdad?—quise saber, ella intentó no reírse—. ¿Lo eres?
Colgó el casco del manubrio de la negra motocicleta y cruzó los brazos, noté que no sabía cómo responder a mi pregunta, buscaba cómo evadirla.
—No quiero hablar de asuntos personales, apenas y sí te conozco—dijo toda altanera—. Enfoquémonos en lo que importa, ¿sabes el motivo por el cual esos matones fueron a mi casa?
—Su jefazo está en la mía y los envió a deshacerse de ti para evitar que les digas a tus amigotes lo que viste en Seattle.—No se sorprendió—. Pero veo que sólo has querido confirmar el por qué de su violenta visita a tu apartamento. Supongo que viste la marca que toda la Guardia de Tobías Valantyne lleva en el cuerpo como santo y seña de a qué Casa pertenece su lealtad.
—¿Tobías Valantyne está hospedado en tu casa?
—Sí, por eso busqué el lugar más alejado de allí—confesé—. Llegué de viaje ayer y lo encontré hablando con mi padre, y esta madrugada vi a sus lacayos salir de casa así que los seguí porque ya antes los había visto en sospechosas circunstancias con Valantyne.
—Me salvaste sin siquiera saber si el camarada de tu padre tenía buenas razones.....
—Ninguna razón es buena para actuar con violencia—la interrumpí, Lexa me miró con interés—. No, no conocía sus motivaciones pero sí sabía que estaba actuando a espaldas de mi padre y eso es inaceptable porque esos asuntos deben tratarse en una reunión. Si te mataba entonces rompería el convenio de paz existente, llamaría la atención de los otros 12.—Lexa enarcó una ceja—. Sí, mis padres no me ocultan absolutamente nada, sé que tu abuelo murió y que pasaste a tomar su lugar en el Consejo de Los 13. Los Sabios. Los dueños del mundo—dije burlona.
—Aún no he hecho ninguna declaración ni he entregado informe alguno, puedes decirle a Valantyne que no tiene de qué preocuparse.
—¿Y por qué no se lo dices tú personalmente? Mi padre quiere reunirse contigo.
—¿Va a matarme él mismo o hará que lo hagas tú?—se burló ella.
—No compares a mi padre con Valantyne, son muy diferentes.
Lexa subió a su motocicleta.
—En lo que a mí respecta son todos iguales—farfulló con el casco en sus manos.
—¿Y cómo vas a saberlo si tu familia mató a la mayoría?—No pude aguantarme y lo escupí.
Me lanzó una fulminante mirada.
—No sabes nada, no tienes derecho a juzgar los actos de mi familia.
—¿Y tú sí puedes hacerlo con la mía? Al menos no andamos pisoteando a los que menos tienen, no les robamos para llenarnos los bolsillos, no los hacemos trabajar a costa de nada, no manipulamos mentes, y creamos asesinos, no ha sido Arath quien ha enfermado a su raza sin una mínima muestra de arrepentimiento.—Mi papá sufría por lo que había hecho y estaba dispuesto a abandonar su posición con tal de que pusieran en su lugar a alguien que actuara mejor y se debiera sólo a sus hermanos—. Dime si puedes decir lo mismo de la cúpula que lideras junto a otras doce personas.
Lexa apretó la mandíbula mientras me observaba en silencio.
Encendió la motocicleta, se puso el casco y dio la vuelta dejándome sola en la montaña.
Subí al auto y me marché de allí, le di todo el volumen a la radio sumergiéndome en la voz de Chester Bennington y la maravillosa composición que me parecía What I've Done; imaginaba lo cabreada que debía estar Lexa y me preocupaba, deseé encontrarla en el camino porque la forma en la que arrancó su motocicleta no me gustó. Así de molesta como había llegado se fue, no quería que se estrellara adrede contra otro auto, pensé en eso porque me había pedido que la soltara, como si se acabara de enterar de algo que no le cayó bien y quisiera dejar este mundo.
La busqué con la mirada al tomar la autopista, temiendo encontrarla tirada por allí y a la vez deseando que no. Que ya fuese lejos.
Llegué en la madrugada a casa porque fui hasta la ciudad para detenerme ante su edificio, estuve tentada a entrar para asegurarme de que había llegado bien, pero no me lo permití y seguí adelante.
Regina me esperaba en mi dormitorio.
—¿Sabes la angustia que pasé ayer en la madrugada cuando vine a verte y no te encontré en tu cama?—preguntó. Cerré la puerta y me senté con ella en la cama—. Llevo horas esperando a que volvieras, las cosas no están del todo tranquilas, Ava, todo es muy reciente y debemos tener cuidado.
—Lo siento, necesitaba pensar.....—Regina buscó que la mirara a la cara, me rendí y apoyé mi cabeza en su hombro—. Volví a ver a Lexa—susurré—. Al lugar adonde fui ella también fue. Una casualidad.
—¿Te digo algo?—Besó mi frente y me rodeó con su brazo—. Con todo el jaleo que vivimos tu padre y yo hace días, conocí a dos chicas que me enseñaron que las casualidades no existen, que hay caminos que están destinados a ser transitados por dos personas, y hay destinos que se cruzan. Dime, Ava, ¿salvaste su vida?
Levanté la cara para mirarla, Regina sonreía.
Antes de convertirse en Blood Drynka mi madre perteneció a una larga generación de brujas, y aún guardaba algunos ases bajo la manga.
—Dos veces en un día es mucho—susurró.
—No te hagas ideas, mamá—hice un gesto negativo con la cabeza, Regina levantó las manos en señal de rendición—. Es diferente—acepté, mi madre cruzó las piernas y arregló las mangas largas de su suéter color negro—. Y la hice enfadar.
—Deja ver si entendí, te gusta que sea diferente y te preocupa haberla hecho enfadar.
—Creo que le dije cosas muy feas, pero ciertas—agregué de inmediato—. Ella hizo lo mismo y yo soy la que se siente culpable.
—¿Acaso sabes leer los pensamientos a distancia, Ava? Tal vez se sienta tan culpable como tú, si fue grosera contigo seguro lo sentirá.
Me dejé caer hacia atrás, acostándome.
—Má, ¿por qué ese Ente que poseyó el cuerpo del señor Alyosha quería atraer a Caín y a su hija Sahar?—le pregunté cambiando de tema.
Regina se acercó y me susurró al oído:
—Es algo que debe mantenerse en secreto, nadie puede saberlo. Te lo diría si Valantyne no estuviera deambulando por ahí.
Me quedé muy quieta y cuando hablé lo hice en voz baja también.
—¿Tan grave es?
—Si se supiera habría una división, todos correríamos peligro—aseguró.
—Aquí estás—dijo mi padre entrando a la habitación—. Acaban de decirme que regresaste, salí a buscarte con Román y Fox. ¿Todo bien?
Arath era adorable cuando se preocupaba, Regina debió pensar lo mismo porque la vi sonreír y mirar encantada a su esposo.
—¿Conmigo o con tu coche?—le pregunté a modo de broma. Arath acercó una silla y se sentó frente a nosotras.
—Me alegra que aún tengas ganas de bromear, no piensas en nosotros, cariño.
—No me he roto nada.
Regina y él se miraron, eran cómplices en alguna estratagema cualquiera lo notaría, y yo llevaba años de conocerlos. La morena asintió dándole permiso de que me dijera.
—Rage y yo hablamos después de lo que pasó con los vasallos de Tobías, creemos que si quieres ayudar deberías estar aún más preparada para situaciones peligrosas, tienes buenas habilidades, Ava, debes explotarlas pero para bien, sólo en caso de que ocurra algo similar a lo que acabamos de vivir tu madre y yo con Velkam Alyosha—explicó—. Hay una guerra propiciada no únicamente por el enemigo del mundo—pensé en Lexa porque papá se refería a Los 13—, no sólo ellos trabajan desde las sombras. Y queremos darte las herramientas necesarias para defenderte.
—¿Seré parte de vuestra Guardia?—inquirí. Me emocionaba que fuese así.
—Assassin, Ava, no nuestra Guardia. Assassin, los guerreros de Caín que viven retrasándole la agenda a Los Sabios.
—¿Hablan en serio?
—Duerme un poco que en unas horas iremos a visitar a Patro—dijo Regina.
Patro significaba Padre, era lengua antigua y una forma de dirigirse con respeto al Padre de los Blood Drynka.
Desde niña había escuchado hablar de los Guerreros Assassins, llevan siglos existiendo gracias a Caín quien fundó al Clan; ellos se enfrentaban secretamente a la Armada de Los 13, se encargaban de pararles los pies, de retrasar una agenda que esos que se hacían llamar Sabios estaban siguiendo.
Si ser parte de la Guardia de alguna de las Casas nobiliarias Blood Drynka's era un honor, ni qué decir de estar bajo el mando del Primero de todos ellos. Y no me gusta la violencia, no soy partidaria de ella pero papá tenía razón, no estaba mal estar preparada para lo que deparara el futuro y allí afuera había mucha gente que gustaba de hacer daño.
Pensar en eso me dolió por el lugar que Lexa ocupaba en este mundo. Estaba al otro lado de la línea que separaba el bien del mal.
A las diez de la mañana siguiente bajé a desayunar en compañía de Fox y Román, éste no tenía nada que envidiarle a su apuesto novio. Era alto y fornido, de unos preciosos ojos castaños y cabello negro, una barba de candado muy sexy, y el tatuaje de una esvástica en su cuello era la característica más notable, la gente solía verlo raro debido a la mala fama que le dieron a ese símbolo pero entre los Bebedores de Sangre significaba un deseo de buena fortuna dentro de la gran familia que eran, que la luz siempre guiara sus pasos para no caer en los malos y destructivos hábitos de generaciones pasadas por los que Caín los exilió de su lado. Significaba Luz porque la esvástica fue en principio un dibujo del sol, ese que irónicamente terminaba con esa segunda vida que se les dio.
Esta nueva generación de Blood Drynka's, según mi padre, tuvieron que dar permiso para ser convertidos, era una especie de contrato que firmaban antes de que les llegara la muerte como humanos, y la firma consistía en beber la sangre de quien los convertiría; en el presente estaba prohibido crear nuevos, era un mandato del mismo Caín que los Komandantoj acataban a con orgullo y se encargaban de que sus respectivos pueblos siguieran el ejemplo que ellos daban. Porque, así como habían buenos, también habían Blood Drynka's malos, peligrosos.
—Arath me comentó que irían a ver a Caín—dijo Román pasándome la jarra de zumo de naranja—. ¿Estás nerviosa?
—Un poco—respondí con sinceridad.
—No lo estés—habló Regina iluminando con su presencia el comedor.
—Buenos días—saludó Valantyne y se apagó la luz que mi madre había traído con su presencia, ¡qué depresión!
Comimos en silencio, algo que tenían los Bebedores de Sangre era que podían alimentarse de comida humana normal, por costumbre de su antigua vida como mortales, pero no se llenaban dado que su verdadero alimento era la sangre sintética, ya fuese que viniera en bolsa o en forma de píldora que se diluía en el agua.
Valantyne se levantó antes que los demás, mi madre me dijo que fuera a cambiarme pues saldríamos con Arath a encontrarnos con Caín, y eso hicimos en cuanto estuve preparada.
Román fue quien nos acompañó como escolta, papá conducía y Regina iba adelante con él. Cuando entramos a la ciudad Arath marcó un número en su teléfono móvil y puso el altavoz.
—Acabamos de llegar, Drako—avisó—. ¿Están en el apartamento?
—Aguardando por ustedes—contestó un hombre.
—Enseguida estamos allí.
Padre colgó.
A mí las manos me sudaban, iba a conocer al hombre más antiguo, a uno que erróneamente consideraban el villano de la historia cuando no conocían la verdad, era muy triste.
Me encontré con la mirada de mi padre en el retrovisor.
—Llegamos—sonrió.
Aparcó, Román bajó antes que yo y me tendió la mano como todo un caballero, le guiñé un ojo y seguí a mis padres dentro del edificio. Arath ya era conocido allí, saludó al portero y al joven de recepción; con Román siguiéndonos entramos al elevador.
—Yo nunca lo he visto así que estoy como tú—rió por lo bajo, me cogió la mano y fuimos presa del suspenso como cuando estás viendo tu programa de concurso favorito esperando a que sea tu favorito el que gane, el corazón me palpitaba rápido—. Aquí vamos.
Entramos al apartamento en cuanto las puertas se abrieron, un hombre rubio nos recibió sonriendo y estrechándole la mano a Arath, y saludando con un beso en la mejilla a Regina.
—Bienvenidos, Señores Griffin—dijo, por su voz y acento supe que era Drako, con quien habló mi padre por teléfono.
Era británico, iba de traje y corbata de negro color, después de que mi padre me presentó Román me susurró que le parecía guapo y no lo contradije porque sí que lo era. En exceso.
La expresión en el rostro de Drako se volvió muy severa cuando su sonrisa se borró al escuchar la voz que habló detrás de él. Era otro hombre, éste era moreno, de igual estatura que mi padre y el Blood Drynka que nos recibió; vestía una camisa gris, los pantalones y el chaleco que llevaba puestos eran negros, impresionaba verlo. Y me sentí extraña cuando me miró.
Supe que era él, era Caín pero la emoción por conocerlo se desvaneció cuando a su lado apareció una chica de cabello castaño suelto, ondulado, era la primera vez que la veía bien, y no tenía con qué comparar su belleza. Si antes fui presa de los nervios por conocerlo a él, ahora, en este momento, estaba cayendo presa de esos ojos.
Su esbelta figura estaba enfundada en un vestido negro, su boca, el verde en esos ojos.... Joder....
¿Qué hacía ella aquí?
De pronto sentí la boca seca.
—Hola, Ava—saludó Lexa.
Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Eso dicen, ¿no?
ResponderEliminarPero acabas de conseguir que me caiga de culo y eso que estoy sentada en el suelo como los japoneses. ¿Qué acaba de pasar? xD ¿Me he perdido algo y no lo sé? Socorro.
Empatizo totalmente con Ava en ese momento jajaja
Esto cada vez se pone más interesante, esos giros me tienen atrapada.
¿Cómo seguirá...?
Muchos besos!
No voy a decir nada, me aseguraré los dedos con candado... xD
EliminarUn abrazo con mucho cariño, preciosa!! ;)
Creo que en esta historia el mundo de nadie es normal, menos con Blood Drynka por allí y toda esa trama de intrigas y acción. No le falta nada, tampoco romance y qué mejor para eso que Bisbal ;)
ResponderEliminarBesos dulces Ivel.
Así es, que mejor que Bisbal!! ;)
EliminarEsta canción de David Bisbal me recordó mucho a todo este universo...
Besos, Dulce!!
Recuerdo que Caín se ha mostrado tanto como un tanto antipatíco, molestando en esa relación de Sahar y Faye, como un rebelde, un líder justo. Y como enamorado de Circe.
ResponderEliminarToda una sorpresa ese final.
Besos.