Spin-off

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viernes, 24 de julio de 2020

P. A. Tomo I.-Capítulo 10: Todos Los Ojos de la Reina

Ava

  Había hablado largo y tendido por teléfono con Regina la noche anterior cuando ya iban en el coche rumbo a casa, tocamos varios temas pero el más popular fue Lexa, a mí madre le gustó y ni qué decir de Arath. No sé qué esperaban ellos, sí había química entre nosotras, eso era evidente, pero ellos se estaban pasando de lanza, mientras yo apenas sentía ganas de conocer a Lexa de todas las formas posibles, mis padres ya nos tenían a años luz de relación. Y claro, como son unos románticos empedernidos que llevaban siglos de relación creían que todos tendrían esa misma suerte.
   Les colgué diciéndoles que estaba cansada, me despedí de ambos y de Román, que iba con ellos.
   Circe y Faye me enseñaron la habitación de invitados, tenía las mismas dimensiones que la mía en casa, la cama adoselada, miré arriba el tragaluz, el sofá, los sillones a juego en la antesala. Circe me dijo que podía decorarla a mi gusto cuando quisiera, ella estaría encantada de ayudarme, y Faye también.
    Me dejaron sola para que descansara, salté a la cama y cerré los ojos. No fue difícil escuchar la voz de Lexa, parecía una adolescente embobada por ella y no la mujer adulta que soy. Había tenido contadas relaciones fugaces en mi vida, y la única relación seria fue con una Blood Drynka que papá no llegó a aceptar del todo porque la muchacha en cuestión no tenía muy buena reputación. Estuvimos juntas por dos años, no fue nada saludable. 
   Miré la marca de la mordida que tenía en el antebrazo izquierdo, ella se volvió adicta a mi sangre porque puede pasar, los Blood Drynka terminan  obsesionados y la sangre de la persona de la que se obsesionan se convierte en su droga, así como el placer que produce la mordida se vuelve una droga para el humano. La ponzoña no funciona del mismo modo en todos, algunos humanos podemos sobrevivir con varias dosis, otros-como Elektra, la amiga de Lexa-ni siquiera con una. Cuando llegas a tu límite, como me pasó a mí, corres el riesgo de morir, mi papá me salvó con verbena, limpió mi organismo, fue una dura desintoxicación, días muy oscuros.
   Ella, mi ex, me dejó sola al borde de la muerte, Fox fue quien me encontró. Desde entonces se volvió muy protector conmigo.
    Cuando me vi recuperada fue cuando decidí ir a Turquía y a mis padres les pareció una buena idea.
  En Turquía tuve encuentros de una noche con chicos, y hasta un noviazgo de meses, pero nada importante. Nada me hizo sentir como Lexa cuando la salvé y la tuve encima de mi cuerpo por esos escasos segundos. Nada me hizo sentir como Lexa cuando me hablaba, como cuando hacía esas apariciones sorpresivas como la que se dio en casa de Patro Caín o la de este momento en medio de una cafetería.
   Se veía muy guapa con esa blusa verde esmeralda, que armonizaba con sus verdes ojos, debajo de la negra gabardina. Unos zapatos de tacón bajo y punta fina, sumados a unos pantalones finos hacia los tobillos; sus manos de largos y estilizados dedos estaban sobre la mesa jugando con el envase de café.  Toda la conversación fue agradable aunque al principio quise marcharme para no estropear lo que se había decidido el día antes, pero ella me detuvo, no quería que me marchara, y me gustó que no quisiera, porque lo cierto era que quería estar con ella sin importar cuánto tiempo o las formas, bastaba estar con ella.
     Salimos juntas del local, y mientras la acompañaba adonde quería llevarme recordé lo que hizo con los envases de café, y debía creerle porque tenía razón, ella y los demás miembros de su Círculo movían cada negocio del mundo, los "inventores", o supuestos dueños de las cosas que salían al mercado para ser usadas por la incauta humanidad eran títeres, pura fachada, una tapadera como lo eran los Presidentes del mundo.
   Las personas no creían que existiera gente como Lexa, aunque se la estamparan en la cara. Gente que gobierna desde las sombras.
—¿Y esto?—dije cuando llegamos al lugar que quería mostrarme.
    Abrió una de las puertas de cristal oscuro sin responderme, hizo un ademán para que entrara la primera. Era un edificio de varias plantas, en el vestíbulo, que estaba vacío, colgaban de las blancas paredes fotografías en blanco y negro a las que me acerqué para curiosear, escuché un ruido en el piso superior, como si rodaran algo pesado.
   Lexa tan sólo sonrió cuando la miré en busca de respuestas. Seguí viendo las fotos y leyendo las placas doradas debajo de las mismas, ahogué un grito cuando llegué a una donde aparecían sus padres, y sus abuelos, lo supe por los nombres en las placas y porque sin duda Lexa se parecía mucho a los personajes de la foto.
—Tus padres, y tus abuelos.—La miré. Ella asintió una vez—. Vaya genes tienes—comenté.
    La escuché reír.
  Su madre tenía el pelo como ella, largo y aunque las fotografías fuesen en blanco y negro se notaba que tendría el mismo color. La sonrisa sin duda la heredó de su padre y su abuela.
—Tu abuelo parecía ser un señor muy severo.—En varias fotografías salía muy serio, apenas una sutil sonrisa en sus labios.
—Que no te engañe lo que ves—advirtió.
—¿De esto hablabas con Raven por teléfono?
   En el camino le había dicho a su amiga que iría en su lugar al instituto, y me pregunté: ¿Pero qué instituto? Y aunque la curiosidad me podía no la interrogué, me dejé guiar.
—Será un instituto de las artes, a mi familia le gustaba apoyar a jóvenes artistas, hay muchos de estos por todo el país y algunas partes del mundo....
—Lexa—la miré con suspicacia.
—No es nada de eso, te lo juro. Es puramente por amor al arte, esto sale de nuestro bolsillo y nos aseguramos de cuidar a los estudiantes, no los adoctrinamos y enlistamos en nuestras filas—explicó en voz baja—. Va dirigido a quienes no pueden pagar una buena escuela, aunque si me preguntan, el arte es libre, es imaginación, la imaginación no se enseña, me cae fatal que cobren por "enseñar" a ser un artista. En fin—suspiró—, se supone que mi abuelo inauguraría este complejo esta noche.
—Vaya—susurré, ella miró a su familia en la foto ante la que estábamos en ese momento, y entonces reparé en algo—. ¡Vaya!—musité—. ¿Ésta eres tú?—señalé con el dedo a la niña que era cargada por su abuelo y su padre, la tenían como una reina en sus hombros.
—Esto es obra de Raven—resopló con la mano en la frente y los ojos cerrados—. Ella y Archer se hicieron cargo de la elección de las fotografías, tendré una seria conversación con los dos.—Me reí porque lo hacía ver como un asunto de extrema gravedad—. Fueron tomadas por fotógrafos egresados de otros complejos—explicó.
—Es un lindo gesto de vuestra parte.—No le mencioné a lo que me dedicaba, ni que me gustó lo que pensaba sobre el arte, quería escucharla más y más—. Si tu abuelo iba a inaugurarlo esta noche, y no puede estar presente por lo obvio, es tu deber como su heredera hacerlo en nombre de tu familia, ¿no?
—No asisto a estos eventos, Ava, así es como paso inadvertida ante los medios, ¿o es que me habías visto antes en la prensa o televisión?
—Tú no pasarías inadvertida ni con una bolsa en la cabeza—dije.
   Esbozó una sonrisa ladina cautivante. Me recorrió con la mirada y sentí un placentero escalofrío como si hubiesen sido sus largos dedos y no su mirada los que acariciaron mi piel.
—Señorita Tramell, no la esperaba—dijo un hombre bajando unas escaleras de caracol.
    Lexa se volvió.
—Señor Vane, buenos días. Hice un cambio en mi apretada agenda para venir a ver cómo iban los preparativos para esta noche, hablé con Raven para ocupar su lugar esta mañana.
—Qué suerte contar con su presencia esta noche.
—No se confunda, no planeo venir, Raven y mi hermano lo harán en mi lugar.
  Lexa actuaba, hablaba y gesticulaba con elegancia y seguridad.
—Es una lástima—dijo el hombre.
—Ella es Ava Griffin—me presentó Lexa ignorando la desilusión en la voz del caballero—. Ava, él es Robert Vane, el encargado de este proyecto desde la construcción hasta la preparación del evento de inauguración.
—Mucho gusto—dije estrechando su mano.
—Griffin, ¿alguna relación con el Grupo Griffin?—sonrió él.
—Mis padres son los dueños—respondí.
—Las mujeres poderosas se juntan—comentó observándonos.
—No lo vaya divulgando por ahí, Vane—dijo Lexa, sonó como una advertencia, Vane se sintió intimidado—. La esposa de Robert dirigirá este complejo, pero serán mis ojos los que vigilen que los fondos lleguen a destino y se mantenga el nivel para los estudiantes.—Sí, advertencia.
    Robert me miró nervioso.
—Ya sé dónde más he escuchado tu nombre—habló en mi dirección—. Ava Griffin, una de las curadoras más jóvenes que ha tenido El Guggenheim.
    Lexa enarcó una ceja.
—En efecto.
   Un hombre llamó al arquitecto y él se despidió para volver al piso de arriba.
—Así que....
—No, ni lo menciones—la interrumpí antes de que comentara algo sobre mi trabajo.
—Nos vendría bien a alguien como tú, ¿considerarías formar parte de mi equipo de trabajo?
—¿Considerarías tú asistir al evento de esta noche?
—Ava...—le puse el dedo índice en los labios—. Buono—dijo contra mi dedo. Lo retiré y ella cruzó los brazos—. Negociemos, tú piensas en mi propuesta, tú respuesta será que sí trabajarás en este complejo, y yo vendré esta noche sólo si asistes también.
—En resumen, sales ganando siempre.
—Lo sé, soy buena negociando—dijo, casi podía verla darse palmaditas en el hombro.
    Fingí pensarlo.
—Que seas mi jefa no es buena idea, Lexa.
—No trabajarás para mí, sino conmigo, aunque no estaré mucho por aquí. Después hablamos de los detalles—movió la mano restándole importancia—, ¿vendrás esta noche o no?
    ¿Qué si iría?
   Compartimos un taxi, nos despedimos con un beso en la mejilla a la puerta del edificio donde viviría los siguientes meses y antes de entrar la vi mirarme a través de la ventana mientras se alejaba en el taxi; me sentí en una burbuja que se rompió cuando llegué al piso de Caín y escuché la voz de Faye.
Dévushka—dijo levantándose del sofá—. Tu padre estuvo aquí y dejó dos maletas, están en tu habitación.
—Vale, gracias.
—Se te ve feliz, reconozco esa sonrisa idiota—Sí, Faye a veces podía sonar así de ruda, me di cuenta el día anterior—. ¿Viste a Lexa?—Enarcó una ceja.
—Nota mental: aprender a disimular mejor—me dije a mí misma—. Sí, ¿crees que a Vládimir le moleste?
—No tiene por qué, eres humana, ella es humana, todos ayer notamos la tensión entre ustedes y no hay nada en la orden de restricción que diga que no puedas acercarte a ella, eso sólo va para los Blood Drynka—dijo con su especial acento ruso, sus pronunciadas erres en serio hacían su tono de voz autoritario con ganas—. La mala noticia es que están en lados opuestos, tarde o temprano eso pudrirá las cosas, puede traerles problemas. Y te advierto que si algo odia Vládimir es que su gente se vea en peligro, si lo sabré yo—susurró bajando la mirada, lo decía por experiencia—. Manéjate con cuidado, Ava, toma el consejo de alguien que está lejos de Su Amada.
   Se dirigió hacia las escaleras.
—Faye—ella se dio la vuelta con la mano en la baranda—. ¿Me acompañarías a un evento esta noche?
—¿De qué tipo?
—Una inauguración, Lexa me invitó y dijo que podía llevar compañía.
—Vale, veamos qué tienes en tu guardarropa, pequeña.
—Tenemos casi la misma edad, ambas estamos alrededor de los veinte—susurré subiendo las escaleras con ella.
    Faye rió.
    Circe se nos unió al rato, y nos empujó a salir de compras.
    "...toma el consejo de alguien que está lejos de Su Amada."
   La veía probarse vestidos y recordaba esa frase que dijo. 
   Su Amada. 
 Papá le había dicho ayer que ella y Sahar eran como un grano en el culo, Sahar era la hija de Caín aka Vládimir, ¿acaso éste las mantiene lejos la una de la otra? ¿Cometieron algún error que puso en riesgo a la gente que Vládimir protege?
 Circe me distrajo lanzándome un vestido plateado que terminó siendo el elegido. Era corto y escotado en la espalda, Faye eligió los zapatos perfectos para mí, unas sandalias altas de color plateado también; para ella eligió un vestido blanco que en su cuerpo parecía una segunda piel, con su cabello rubio alisado y suelto, labios y uñas pintados de rojo. Se veía realmente hermosa, me sentí algo nerviosa, a su lado no me sentía muy bonita, Faye llamaría mucho la atención. No me importaban los demás, pero Lexa.....
—Me miras raro, Ava—sonrió. Estábamos en el ascensor—. Cuando Lexa te vea, si en realidad le gustas, no se fijará en nadie más.
—¿Sahar no se fija en nadie más?—le pregunté.
—Sahar no se parece a nadie que conozcas—sonrió mirándome de soslayo.
—¿Llegaré a conocerla?
—En algún momento lo harás, supongo.
  Drako nos llevó al instituto. Antes de que bajáramos del coche miró por el espejo retrovisor cuando Faye maldijo por lo bajo viendo la cantidad de reporteros que se agolpaban a la entrada del edificio de Lexa.
—¿Estás segura de querer entrar, Faye?—le preguntó el Blood Drynka.
—Circe se adelantó a los hechos—respondió buscando algo en su pequeña cartera de mano, sacó un anillo y se lo puso—. Nadie me reconocerá.
—¿De qué hablas?—pregunté.
—De cara al público me buscan por asesinar a mi familia gracias al grupo de facebook al que pertenece tu enamorada—sonrió bajando del coche.
   Quedé atónita, tardé unos minutos en bajar del coche.
—Iré a estacionarme—informó Drako.
—No es necesario que te quedes—dijo Faye acercándose a la ventana del asiento del copiloto.
—Si Sahar se entera que te he dejado sola con todo lo que pasaste días atrás, se enfadará mucho, Faye, es por tu protección.
—Estoy tentada a ocasionarte problemas con ella—rió Faye—. Pero vale, ve a estacionar, estaremos adentro. De todas formas tampoco debes ser visto cerca de la chica Tramell, así que te toca esperar.
   Caminamos entre la gente y los fotógrafos, Drako todavía estaba en la cola de coches que avanzaban despacio, escuché que alguien dijo que la propietaria del instituto había hecho cerrar varias manzanas. Vaya locura.
—¿Cómo que asesinaste a tu familia?—le pregunté a Faye subiendo las escaleras con otras personas, algunas se quedaban en el piso inferior observando las fotos de la familia Tramell, entre otras fotos que compartían el mismo muro.
   Lexa no daba señales de estar presente en la fiesta.
—No es el lugar ni el momento. Y la verdad es que preferiría no tocar el tema nunca más, está vetado.
   La respeté, estaba en su derecho de mantener en privado su vida.
—Yo te veo igual, ¿qué es lo que ven ellos?
—A una sexy morena—sonrió—. Circe puso un hechizo en el anillo, cambia mi apariencia a los ojos de los que no son cercanos a mí. Obviamente ya te considera parte de la familia, por eso no ves la diferencia.—Se detuvo y me cogió de la muñeca dándose la vuelta—. Volvamos abajo, hay más camareros y licor que aquí.
  Reí moviendo la cabeza de lado a lado, y antes de que empezara a seguirla escuché que alguien la nombraba a Lexa. La busqué con la mirada y deseé no haberla encontrado, estaba con una chica, besándola delante de todos, algunos no prestaban atención, otros en cambio murmuraban. A Lexa no le importaba, la forma en la que besaba a la otra chica era profunda como si no existiera nada más alrededor.
—Ava, vayámonos—dijo Faye cogiéndome de la mano, hice que me soltara. Quería que cuando se separara de ella me viera, que se diera cuenta de que la vi, y lo hizo, se apartó de su compañera sonriendo, su mirada no tardó en encontrar la mía, su expresión cambió, la chica siguió su mirada y se alejó un poco—. No tenemos por qué seguir aquí, vamos.
  Le hice caso a Faye, bajamos las escaleras, ella llamó a Drako, todavía no había encontrado lugar donde estacionar. Salimos del edificio, caminamos por la acera, y me enfoqué en contener las lágrimas, no me iba a romper, no eramos nada.
—¡Ava!—la escuché a mis espaldas—. ¡Ava, espera!
    Me alcanzó y cogió mi muñeca.
—¡¿A qué juegas?! ¡No vuelvas a tocarme, Lexa!—le dije soltándome de su agarre—. Estaré feliz si ni siquiera me buscas, haz como que soy uno de esos que tanto desprecias.
—No entiendes, puedo explicarlo.
—Ésa era Elektra, ¿no? Vaya que sí es tu familia, que forma tan familiar es esa en la que se tratan. ¿Y decías que no eran pareja?—pregunté—. Mentirosa. Eso de la honestidad era pura fachada.
—Si me dejaras explicarte....
   Avancé por el pavimento, cruzando la calle. Escuché a Faye decirle a Lexa que sería mejor que por esa noche desistiera.
   Por mí, que desistiera para siempre.
   Me quité las sandalias. Faye venía detrás de mí.
—Le dije a Drako que nos alcanzara en casa, tomaremos un taxi—me informó parando uno. Subimos y sentí su mirada sobre mí.
—Soy una idiota.
—Lo eres, debiste dejar que te explicara.
—Tú viste lo que yo.
—Y también vi por el espejo retrovisor que llegó a seguirnos, pero vamos en coche y ella no es muy veloz.—La miré esperando a que continuara—. Las cosas nunca son lo que parecen, Ava. ¿Por qué se tomaría la molestia de correr tras un taxi si tiene a esa chica esperando? Se maneja en un mundo de  apariencias, sus amigos no son gente buena, hacen alianzas entre familias, y otras porquerías. Busqué en Google a  Lexa, hay limitada información sobre ella, de todos los eventos, en los últimos cinco años, de la Fundación Tramell-Westenra sólo ha asistido a dos o tres, siempre la acompaña la misma chica. Elektra Mégalos. Hija de un diplomático griego y una Condesa o algo así. Allí hay algo. Un arreglo.
—Dijo que eran amigas de la infancia.
—Claro que lo son, y están prometida la una a la otra, te lo digo, es un arreglo entre sus familias. Elektra es hija única. Dale la oportunidad a Lexa de que te expliq..... ¡Ah!
—¡Oiga!—exclamé, el chófer había frenado de golpe. Faye y yo nos golpeamos contra el asiento delantero; miré a mi lado para ver si ella estaba bien—. ¿Faye?
   La rubia miraba al frente con el terror dibujado en el rostro.
—Está aquí—susurró.
   Vi lo que estaba viendo. La silueta de un ser alado estaba frente al taxi.



Lexa

   Vi a Ava cruzar la carretera mientras su amiga me decía que desistiera por esa noche y la buscara cuando todo estuviera más en calma, y fue con ella.
  Debí ser más cuidadosa, sabía que Ava llegaría en cualquier momento pero no podía separarme de Elektra, reconocí a algunos hombres de Lucrecia deambulando entre los invitados, Elektra y yo debíamos seguir siendo la pareja feliz que todos conocían. Y no era que estuviésemos fingiendo, eramos felices, y esa felicidad debía ser notoria.
—Veró—su voz me trajo de vuelta—. Ve por ella, idiota.
—¿Vas a estar bien?
—Raven, Archer y Dietrich están adentro, Raven dará el discurso en tu lugar.
  Para cuando alcancé a Ava ya se había subido a un taxi, corrí detrás del auto pero me detuve cuando el hombre aceleró.
  Volví a la fiesta, Elektra se me acercó y rodeó mi cuello con sus brazos.
—La convenceré de que te escuche, cariño—dijo—. Puedo ser muy persuasiva—sonrió enarcando una ceja.
—Lo sé, conozco la forma en que persuades y preferiría que te mantuvieras lejos de ella.
   Besó mis labios, correspondí con ganas acercándola más a mí.
—Adoro cómo me besas, Veró—dijo en mis labios.
—Te quiero—sonreí—. Y no soporto estar ni un minuto más aquí.
—Archer se ve más animado—comentó mirando a mi hermano, éste hablaba con una de las niñas que entrarían al instituto—. Tú necesitas dormir. Iré a avisarle, espérame afuera.
  No quería dejar a mi hermano allí pero Elektra no se equivocaba, se lo veía con mejor ánimo.
   Salí, detuve un taxi, y aguardé a que Tri apareciera. Cuando lo hizo subí después de ella; recargué la cabeza en su hombro, presionó sus labios contra mi frente en un suave beso.
—¿Te gusta en serio, no?—dijo.
—Esto pone en riesgo todo, prometí que te protegería, Tri.
—No me debes nada, Veró. Cuando mis padres buscaron mi protección en tu familia después de su traición a las Altas Esferas me pusieron una diana en la frente también.
—Y la borramos cuando nos comprometimos, si se dan cuenta que no es real les importará una mierda que seas de la Armada, nuestra autoridad no abarca la protección de una traición. Ellos están en todas partes, Matthew Carlysle y su esposa asistieron esta noche, y Lucrecia siempre tiene gente observándonos, soy buena escondiéndome de la vigilancia de las cámaras pero no me hago invisible al ojo humano.—Elektra rió—. Ya sabemos las ganas que te tiene Lucrecia, te dañaría para lastimarme.
—Entonces úsame para que no mire a Ava—susurró Elektra. Levanté la cara, ella miraba al frente, estaba llorando.
—Elektra.....
—Que feo accidente—dijo limpiándose las lágrimas.
  El chófer pasó despacio por el lugar donde un taxi había chocado contra un aparador... 
  Chocado no, aquello era más raro. La gente rodeaba la escena, tres patrullas policiales y una ambulancia estaban en el lugar.
—¿Veró, ése no es el VP de SaharGlobal?—preguntó Elektra señalando con el dedo al hombre que hablaba con dos policías.
—Deténgase, por favor—le pedí al taxista.
    Abrí la puerta antes de que se estacionara bien.
—¡Veró, espera!
   Me agaché para cruzar la cinta amarilla que separaba a la multitud de la escena del "accidente".
   Drako terminó de hablar con los oficiales, me acerqué a él viendo el bolso que tenía en la mano, era la cartera que la amiga de Ava llevaba. Mientras que en la otra mano sostenía unas sandalias y recordé que Ava se había quitado las suyas.
—¿Dónde está?—le pregunté al VP.
—Lexa, con todo respeto, eso no le incumbe.
—¿Lo hicieron los suyos?—dije antes de que se fuera, Drako sonrió—. ¿Fue Valantyne? ¿Porque Ava me ayudó?
—Eso aún no lo sé, no acuse sin pruebas. Mire a su alrededor, esto no fue cosa de los míos nada más.
  Seguí su indicación y vi entre la gente que observaban sorprendidos cómo el auto quedó volteado y estrellado contra el aparador, como si alguien lo hubiese levantado y lanzado.
 Habían algunos encapuchados que empezaron a dispersarse, desde las azoteas también nos observaban.
—¡Oh por Dios, Veró!—susurró Elektra mirando hacia arriba también.
   Su mano se deslizó en la mía, entrelacé mis dedos con los suyos.
—¿Dónde está Ava?


P. A. Tomo I.-Capítulo 9: Señales


Lexa

  Me asomé a la habitación de Archer antes de salir en la mañana, seguía dormido.
  Raven y Dietrich estaban cocinando, Elektra me abrazó por la espalda cuando me estaba poniendo la gabardina y los guantes. Me volví un poco y besé sus labios de forma casta. Les avisé que regresaría pronto.
—Big Brother te pillará—bromeó Raven sobre las cámaras que estaban por todas partes y por donde se vigilaba a cada persona que caminaba por cualquier ciudad en cualquier país del mundo.
—Yo soy Big Brother—sonreí volviéndome después de abrir la puerta, le guiñé un ojo mientras salía caminando de espaldas.
  Tenía cómo escabullirme, después de todo la vigilancia sobre cada país recaía en mí como heredera de los Tramell. Desde el apartamento Raven podía encargarse de evitar que la seguridad que reconfiguramos en Nueva York a principios de este año me pillara, nosotros poníamos las cámaras, otros eran los que espiaban a la población. No había respeto por la intimidad y ojalá pudiera cambiar eso para el resto, y pues, que las cámaras corrieran por mi cuenta no quería decir que me gustara ser espiada.
   Tomé precaución y llevé conmigo un mando a distancia que evitaba que me captaran al presionar un botón, y lo llevaba encima todo el tiempo. Invento de Raven.
   Caminé por la ciudad con un destino fijo, una iglesia. La más cercana era la Catedral de San Patricio, dirigí mis pasos allí, y al estar ante ella la vi en todo su gótico esplendor; entré admirando los vitrales, di una vuelta observando todo cuánto me rodeaba, y caminé por el pasillo hasta llegar al primer banquillo, de la fila de la derecha, donde me senté. Era muy temprano en la mañana, no había mucha gente.
  Pensé un poco en la conversación que tuve con Dietrich poco antes de cambiarme de ropa; aunque era algo íntimo pedí que Raven y Tri estuvieran presentes, si íbamos a actuar en conjunto debíamos empezar por la honestidad así que fui directa y le pregunté si recordaba algo raro de nuestra primera vez juntos porque mi familia se esmeró en ocultar la sangre de Archer y mía de nosotros mismos, un sangrado post primera experiencia sexual no es algo que pase inadvertido cuando la sangre de tu pareja es de un color diferente al rojo.
  Dietrich aseguró que no pasó agregando que si no lo recordaba es porque no fue de mucha importancia.
Te lo habría dicho de haber ocurrido, estabas muy relajada cuando pasó quizá eso influyó—dijo. Raven y Elektra estuvieron de acuerdo. No fue hace poco como para que recuerdes, fui un "si te he visto no me acuerdo"—rió
    Fue muy considerado al jugar un poco con el tema porque sí me sentía algo nerviosa.
La Princesita griega es lo único que has tenido en la cabeza—me susurró después cuando las otras dos estaban distraídas, ¿por qué recordar lo que hiciste conmigo si lo que haces con ella borra todo lo demás?       
   En eso tenía razón. Le habría roto la nariz y algo más como hubiese estado ocultándome cosas, llegué a pensar en la posibilidad de haberme drogado hasta quedar dormida y que hubiese ido con Horace, con la excusa de alguna herida accidental y que de ahí se hubiese dado cuenta del color de mi sangre. Se lo planteé a Elektra en la madrugada y aseguró que Dietrich no me haría algo así, pero de todas maneras debía hablarlo con él por la confianza tan fuerte que existía y que no quería que se rompiera.
   Puedo respirar tranquila.    
   Y ahora este lugar. 
   No sabía con exactitud qué buscaba aquí, pero al despertar después de sentir el movimiento de la cama provocado por Elektra, que se había levantado, sentí la necesidad de buscar una iglesia. Mis padres nunca me llevaron a una, no teníamos una religión, ellos decían que no nos hacían falta religiones, suficiente teníamos ya..... 
   Ahora cobraban sentido sus palabras.
—¿Buscando respuestas?—oí que preguntó un hombre en el banquillo detrás mí.
—Si buscara respuestas de algún tipo iría a todos los lugares del mundo excepto a una iglesia, es la casa de los hipócritas y mentirosos—respondí. No conocía a la persona que habló pero si estaba hablando conmigo no lo dejaría con la palabra en la boca.
—Yo tampoco pisaría una iglesia en busca de respuestas.—Escuché sus pasos, caminó delante de mí y se sentó a mi lado. Era un hombre alto y de ojos azules, su pelo era muy negro e iba vestido de sacerdote, su mandíbula cuadrada se puso tensa pero luego esbozó una sonrisa.
—Un sacerdote diciendo que no pisaría una iglesia en busca de respuestas, esa es nueva—sonreí también por la mala broma.
—Es la casa de los hipócritas, lo ha dicho usted, no la contradigo.—Su mirada era pacífica, pura, pude sentir cómo me envolvía una calma que provenía de él—. Mire a esas personas de allí—seguí su mirada, habían cuatro personas, un hombre y tres mujeres admirando al Cristo que estaba en la cruz un poco más allá del altar—. Acaban de traer esa escultura, y esa gente y muchos otros han venido a admirarla, y a orarle. No se dan cuenta de que le están rindiendo culto a la sangre, a la muerte, en lugar de a la vida y al amor que fue lo que enseñó la persona a la que asesinaron en un madero. Si supieran el engaño en el que han vivido se volverían locos.
—¿Se supone que un sacerdote debería decir esas cosas? ¿No debería ser su trabajo atraer fieles en lugar de espantarlos?—le pregunté.
—¿Te he espantado?—sonrió con amabilidad.
—Peores cosas he vivido estos días como para que una simple y tétrica conversación con un sacerdote pueda espantarme.
   Él rió, cruzó las piernas y dejó delicadamente sus manos en su regazo.
—Si pudiera, salvaría a la gente de entrar a lugares como éstos, la persona que murió en el madero enseñaba en cualquier lugar, su templo era campo abierto, su cuerpo, su corazón, su espíritu, no un edificio lleno de oro y mentiras. La historia puede ser tergiversada, ¿sabías?
—Sí, lo sé, tengo una idea.
—La biblia, por ejemplo. Ese libro es una agenda que se cumple cada cierto tiempo, el Apocalipsis ha pasado tantas veces que ya he perdido la cuenta, y se acerca uno nuevo.
—¿Ha perdido la cuenta?—pregunté. Podía parecer loco pero intuía que el hilo de sus palabras tenía alguna conexión con lo que Horace contaba en su vídeo sobre nuestro linaje.
—Sí, supongo que por la cantidad de veces que mi memoria ha sido reseteada como la del resto, mis recuerdos fueron modificados, apenas estos últimos siglos he empezado a recuperarlos y los he estado escribiendo para no volver a perderme y en cualquier momento pasarlos a alguien que los resguarde.—Observó con pesar a la gente que se marchaba—. La religión fue creada por el hombre como una de las formas de controlar y someter a las personas, tu familia tiene qué ver en esa creación, ¿no es así?
   Me levanté y di dos pasos atrás. ¿Cómo sabía eso?
   Di la vuelta para marcharme cuando lo oí hablar de nuevo:
—Heredaste la valentía de tus padres y abuelos juntos, Lexa.
 Paré en seco, la gente que allí había parecieron no escucharlo, y era de sorprender porque habló bastante alto y su voz hizo eco en toda la catedral.
    Regresé sobre mis pasos.
—¿Quién eres?—le dije—. ¿De dónde conoces a mis padres y a mis abuelos?
—Digamos que soy la inspiración detrás de su rebelión contra el Sistema—respondió.
—¿Quién eres?—repetí.
   Miró de soslayo la cruz que había criticado antes.
—Un buen amigo de quien murió en el madero—sonrió—. ¡Qué años más oscuros nos esperan, Lexa!—suspiró poniéndose de pie—. Espero poder luchar a tu lado algún día—y diciendo esto se desvaneció.
   Miré alrededor, nadie más lo había visto. Todos seguían en lo suyo.
   Salí de la catedral, caminé un largo trecho sin entender muy bien qué acababa de ocurrir. 
  ¿Ahora veía personas que no veían los demás? ¿Me estaba volviendo loca?
  Entré a un establecimiento sin ver siquiera qué era hasta que estuve dentro. Un Starbucks, y sin pensármelo mucho me pedí un café, tenía la cabeza en otra parte; pagué y, mientras giraba para marcharme, la vista se me fue hacia una chica que estaba sentada a una mesa de espaldas a la entrada,  tenía la mirada perdida en el ventanal observando a la gente caminar, personas de camino a su trabajo, la ciudad empezando a llenarse de vida.
    Su perfil, su rubio cabello, no podía ser otra. Esto sí que era una bonita coincidencia.
   Me mordí el labio inferior acercándome a la mesa con el café en la mano y las palabras que recién intercambié con ese hombre en la catedral retumbando una a una en mi cabeza.
—¿Ava?—dije.
   La rubia levantó la mirada y agrandó sus ojos color cielo mirándome de arriba a abajo como si no creyera que estuviese allí en realidad.
—Lexa—sonrió—. Hola.
—Hola.
  Un silencio se instaló entre ambas, pero no lo sentí incomodo.
—Será mejor que me vaya, no sea que rompa con lo que se convino ayer—dijo levantándose y cogiendo su bolso de la silla que tenía a su derecha.
  La cogí de la muñeca por inercia, ella miró mi mano y enseguida la solté.
—Lo siento—susurré—. No tienes por qué marcharte, la orden no te incluye a ti.
—Pero sí a mis padres, y me sentaría mal....
—Ava, quédate.
   Lanzó la mirada hacia la salida, tras eso se sentó.
—Has mirado la puerta. ¿Esperabas a alguien?—pregunté sentándome enfrente de ella.
—No, miré hacia allí porque estaba decidiendo si esto era correcto.—Sonreí haciendo girar despacio el envase de café entre mis manos, lo puse en la mesa—. ¿De qué te ríes?
—De tu decisión: te quedaste.
—No te creas tanto.
  Cogí su envase de café y el mío y se los entregué a un camarero que pasaba por allí.
—¡No me lo había terminado!—chilló ella.
—No me perdonaría si presenciara cómo terminabas por envenenarte, te aconsejo que si quieres un buen café hazlo tú misma así te salga del asco, eso sería más saludable.
—Pero si tú también te has comprado uno—replicó.
—Vengo de una iglesia, ambas estaremos de acuerdo en que no sabía lo que hacía.—Me incliné sobre la mesa para hablarle en confidencia, ella también se acercó más sobre la mesa—. Tenemos las manos metidas en todos los negocios conocidos y por conocer, cuando te digo que te ibas a envenenar con ese café lo digo con base, Ava.
   Ella bajó la mirada a mis labios, yo hice lo mismo mirando los suyos pero me aparté rápido.
—¿De qué no eres dueña?—preguntó mirando por la ventana y después a mí.
—De ti—respondí con sinceridad. Ava se ahogó sin siquiera estar tomando nada—. ¿Estás bien?—me preocupé.
—Sí. No bromeabas con eso de ser honesta.
—No bromeo con frecuencia, Ava.—Esto me venía bien después de los días anteriores y de la charla con ese hombre. Me levanté sintiendo extrañas ganas de ir a una iglesia y al salir de ésta termino en el mismo local en el que ella se encontraba, ¿quién demonios estaba guiando mis pasos este día?—. ¿Vives por aquí cerca? ¿Tus padres tienen alguna propiedad?
—Mis padres viven fuera de la ciudad, yo me estoy quedando desde ayer en el piso de Vládimir Bélikov.
—Es por el entrenamiento que recibirás, supongo.
—Lo es, sí, debo familiarizarme con mi instructor y mis compañeros, no soy la única Novicia.—Asentí. Ava se inclinó sobre la mesa, bajé la mirada por su cuello hasta su pecho y volví a hacer el recorrido de regreso a sus ojos—. ¿Cómo está Elektra?
—Mucho mejor, y te lo debemos a ti. Me faltarán años para pagarte lo que has hecho.
—Hice lo que debía, parece que ella te importa mucho.
—Traduciré eso como una pregunta a la que responderé No, Elektra no es mi pareja, somos mejores amigas desde niñas, junto con Raven, y Dietrich, los dos chicos que estaban conmigo ayer.
   Ava sonrió, me encantó que lo hiciera. 
   Crucé las piernas bajo la mesa.
  No fue una mentira lo que dije sobre Tri, la conversación que tuvimos en la noche fue lo más parecido a un permiso en nuestro código de conducta dentro de la relación que teníamos.  
—Junto con mi hermano son la familia que me queda—añadí.
    Su sonrisa se esfumó, tragó en seco.
—Tranquila, Ava—dije notando que la había incomodado.
—Así que tienes un hermano.
—Se llama Archer, es menor que yo pero más alto—reí—. ¿Tú tienes hermanos?
—¿Cuentan los Blood Drynka?—preguntó enarcando una ceja.
—Cuentan—asentí.
—Entonces tengo dos, uno de ellos nos acompañó a mis padres y a mí ayer. Su nombre es Román, y el otro se llama Fox.
—Interesante nombre—sonreí.
—No te vayas a reír—me advirtió señalándome con el dedo índice, levanté mi mano derecha y con el dedo índice de la izquierda dibujé una cruz invisible en donde estaba mi corazón. Y mientras me quitaba los guantes sin siquiera darme cuenta ella habló—: Era muy pequeña para pronunciar Fausto, me salía Foxto—se había ruborizado.
   Hice todo lo que pude, lo juro, pero no fue suficiente.
—Lo siento, Ava—solté la carcajada.
—Ya sé que no cuento contigo para cumplir promesas, recuérdame que te recuerde que no me prometas nada—farfulló haciéndose la enfadada.
—Lo siento, en serio, es que Foxto....—volví a reír.
—Te odio.
—Eso no es cierto—repliqué inclinándome sobre la mesa para estar cerca de ella de nuevo, Ava evitó mirarme, centró su mirada en el exterior. La cogí del mentón para que girara su rostro y pusiera sus ojos en mí, su pecho subía y bajaba respirando con dificultad—. No volveré a reírme, no te enfades.
—No estoy enfadada—sonrió. Me senté en mi puesto y fue recuperando la compostura—. Siento muchísimo tu pérdida, Lexa, sé que tu abuelo murió hace seis meses.
   Entrelacé mis manos sobre la mesa, lo último que quería era tocar ese tema.
—Pude hablar con él por última vez, es el lado bueno. Estábamos en su casa en Asturias, poder verlo una vez más antes de perderlo fue una bendición.—Ava puso sus manos sobre las mías, sentí un calor ameno de ese contacto entre nosotras—. ¿Has estado en España?—inquirí cuando las retiró, no por incomodidad más bien para seguir con el tira y afloja que parecía haber iniciado desde que nos conocimos.
—Unas cinco veces, Arath y Regina disfrutan pasar vacaciones por allí.—Hizo una mueca—. Seré honesta, yo también lo he disfrutado, es un país muy bonito. ¿Sólo has vivido en Asturias?
—Nojojojo—reí—. He vivido por toda España, en realidad. Mi abuelo era británico, pero adoraba España. Yo nací en Inglaterra, en Liverpool, y antes de mi primer año nos mudamos a Sevilla, y de allí como a los dos años saltamos a Murcia, Málaga.....
—Se comieron el mapa completo—asumió Ava divertida. Paró de reír viendo mi mano izquierda—. ¿Pero qué te ha pasado?—preguntó examinándola, estaba muy preocupada—. ¿Te caíste en un cuchillo?
—No quiero hablar de eso—susurré.
—Lexa....
—Raven me hizo la cura, ya no duele. Quita esa expresión de preocupación, anda—me senté en la silla donde estaba su bolso, dejé éste en la silla donde estuve antes—. ¿Podemos salir de aquí? Tanta gente me pone nerviosa.
    Su ceño fruncido se relajó, rió por lo bajo.
—¿Tú? ¿Nerviosa?—enarcó las cejas—. ¿La Todopoderosa Lexa Tramell se pone nerviosa? No concibo un mundo donde eso sea posible, luces tan segura.
—Soy mortal, Ava, me pongo nerviosa, y otras cosas también.—Su risa ronca era una delicia, cogí su bolso y me levanté—. Ven conmigo.
   Me siguió afuera, llevaba puesto un suéter negro que dejaba al descubierto sus hombros, unas leggins oscuras y botines de tacón alto. Estaba preciosa.
—¿Adónde vamos?
—Hay un lugar que quiero mostrarte, tiene que ver con mis padres y mis abuelos.
   Metí las manos en los bolsillos de mi gabardina y la miré, ella me devolvió la mirada, y sonrió.
    Y era todo lo que podía pedir.