Se miró al espejo, sentada en una silla frente a él; llevaba unas medias de malla y un vestido negro.
Sonrió a su reflejo, esta era ella... La chica de pelo negro, veintitrés años recién cumplidos y toda una vida por delante que no planeaba desperdiciar. Sin embargo tenía que lidiar con sus propios demonios, y ya evitar meter a otros en sus asuntos.
Esta era ella, la chica tonta y solitaria...
Se levantó luego de calzarse los zapatos, la escuché decirme que ya diera la cara. Entendí que no le había sonreído a su reflejo, sino a mí. Había notado mi presencia, no me escondí bien.
Su pelo negro caía en ondas por sus hombros, caminé hacia ella y quité el mechón rebelde que se escapa hacia su cara; ella ladeó la cabeza, ¡qué adorable! Sonreí, besé muy quedo sus labios y sin apartarme de ella le dije:
-No vas a ganar nada estando sola.
-No le tengo miedo a la soledad, estoy acostumbrada... Aunque perder a quiénes quiero, eso si me da miedo. Pero ya sabes cómo soy, ni yo me entiendo.
Bajó la cara, yo llevaba mi bata negra abierta. Paseó su mano por mi abdomen, su esmalte de uñas negro iba tan perfecto, no sé cómo logra mantenerlo. Su tacto fue tan delicado, mi piel se erizó al instante, siempre acaricia con cierto temor.
Como si le diera miedo lastimarme....
-¿De qué huyes?-susurré.
-No huyo, necesito aclarar mis ideas.... No estoy bien, y antes de que hiera a alguien con mis palabras, y esta bipolaridad desbocada prefiero tomar distancia. Ya no puedo confiar en nadie, otra vez...
-¿Y yo qué? ¿Estoy pintada?
Esa sonrisa misteriosa, la que me hace pensar "¿Qué mierda hiciste?", apareció en sus labios.
-Casi pero no, eres muy real.-Me cogió del mentón y me besó como solo ella sabía, su lengua me dejó en jaque.-Lo siento.-susurró cerca de mis labios.
Se apartó sin aviso previo y pasó por mi lado; cogió su casco, las llaves de su motocicleta recién comprada y su chaqueta favorita que se encontraba en el perchero, una con tintes militares y un dragón dibujado en la espalda.
Se quedó ante la puerta con la mano en el pomo, sin girarlo y sin volverse para verme.
No tenía por qué marcharse. Aunque siempre viene, descarga su maldita frustración conmigo y se va...esta "ida" era diferente. Tardaría mucho más en regresar...
Nunca me decía nada, sólo hablaba de cosas vanas, nunca de ella... Se negaba a decirme qué le pasaba, y por más que intentaba sacarle algo nunca lo lograba. Es más cerrada que el candado de un diario, y había construido un gran muro a su alrededor... Un muro que yo no había logrado traspasar.
-¿Nos vemos luego, cielo?-le pregunté.
Ella abrió la puerta, y antes de salir lo único que pude oír fue un: "Ajá".... Odiaba despedirse.
Vi mi reflejo en el espejo, y de lo que no me había percatado antes era del "Nos vemos luego, Mí Cielo" que había dejado escrito con su labial rojo...
-Maldita zorra.-susurré con una sonrisa en los labios.-Ay, Ivel.... Hasta cuando nos volvamos a encontrar....
Esta era ella, la chica tonta y solitaria...
Se levantó luego de calzarse los zapatos, la escuché decirme que ya diera la cara. Entendí que no le había sonreído a su reflejo, sino a mí. Había notado mi presencia, no me escondí bien.
Su pelo negro caía en ondas por sus hombros, caminé hacia ella y quité el mechón rebelde que se escapa hacia su cara; ella ladeó la cabeza, ¡qué adorable! Sonreí, besé muy quedo sus labios y sin apartarme de ella le dije:
-No vas a ganar nada estando sola.
-No le tengo miedo a la soledad, estoy acostumbrada... Aunque perder a quiénes quiero, eso si me da miedo. Pero ya sabes cómo soy, ni yo me entiendo.
Bajó la cara, yo llevaba mi bata negra abierta. Paseó su mano por mi abdomen, su esmalte de uñas negro iba tan perfecto, no sé cómo logra mantenerlo. Su tacto fue tan delicado, mi piel se erizó al instante, siempre acaricia con cierto temor.
Como si le diera miedo lastimarme....
-¿De qué huyes?-susurré.
-No huyo, necesito aclarar mis ideas.... No estoy bien, y antes de que hiera a alguien con mis palabras, y esta bipolaridad desbocada prefiero tomar distancia. Ya no puedo confiar en nadie, otra vez...
-¿Y yo qué? ¿Estoy pintada?
Esa sonrisa misteriosa, la que me hace pensar "¿Qué mierda hiciste?", apareció en sus labios.
-Casi pero no, eres muy real.-Me cogió del mentón y me besó como solo ella sabía, su lengua me dejó en jaque.-Lo siento.-susurró cerca de mis labios.
Se apartó sin aviso previo y pasó por mi lado; cogió su casco, las llaves de su motocicleta recién comprada y su chaqueta favorita que se encontraba en el perchero, una con tintes militares y un dragón dibujado en la espalda.
Se quedó ante la puerta con la mano en el pomo, sin girarlo y sin volverse para verme.
No tenía por qué marcharse. Aunque siempre viene, descarga su maldita frustración conmigo y se va...esta "ida" era diferente. Tardaría mucho más en regresar...
Nunca me decía nada, sólo hablaba de cosas vanas, nunca de ella... Se negaba a decirme qué le pasaba, y por más que intentaba sacarle algo nunca lo lograba. Es más cerrada que el candado de un diario, y había construido un gran muro a su alrededor... Un muro que yo no había logrado traspasar.
-¿Nos vemos luego, cielo?-le pregunté.
Ella abrió la puerta, y antes de salir lo único que pude oír fue un: "Ajá".... Odiaba despedirse.
Vi mi reflejo en el espejo, y de lo que no me había percatado antes era del "Nos vemos luego, Mí Cielo" que había dejado escrito con su labial rojo...
-Maldita zorra.-susurré con una sonrisa en los labios.-Ay, Ivel.... Hasta cuando nos volvamos a encontrar....
Como siempre muy buen relato, que hace fácil imaginar toda la escena. Y muy buena música. Nos vemos ;)
ResponderEliminarDulces besos.
UNA CHICA MISTERIOSA, DIFICIL SABER QUE PASA POR SU CABEZA, JEJEJEJE...
ResponderEliminarFORMIDABLE LA MUSICA QUE LA ACOMPAÑA.
UN BESAZO IVEL!!!
El misterio siempre atrapa en el juego de seducción. Una escena muy bien detallada, me ha gustado mucho, Ivel.
ResponderEliminarMil besitos, preciosa.
Ivel, esa alma indomable que por su rebeldía se cree tan diferente que debería alejarse de todo... Y no es cierto. Porque hay locuras que apreciamos como pequeños detalles que nos hacen únicos. Yo se de Ivel, tanto como ella sabe de Nana, se entienden bien...
ResponderEliminarIvel dejó la puerta abierta cuando se fue y Nana no será quien la cierre, pues ella volverá... Nana lo sabe porque la conoce, porque no la abandonaría y porque, toda esa fuerza que Ivel dice que Nana tiene, Nana puede prestársela extendiéndole su mano siempre que la necesite.
Hay océanos que no son suficientemente grandes...
Un beso fuerte, junto mi mano apretando la tuya. Tq!
escribes realmente bien. me ha gustado la entrada
ResponderEliminarEstupendo relato... Un saludo desde Murcia....
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